RICARDO MEDIAVILLA CHICO
e-mergencista experimentado
Anecdotas
Estimados amigos;
Hace siete años, estaba prestando mis servicios profesionales en el Servicio Médico de la Cárcel de Algeciras. Al incorporarme una mañana, me informan que hay un recluso inglés en una de las celdas de aislamiento que hay que trasladar al psiquiatrico de Sevilla, pero que no hay quien se atreva a entrar en la celda ya que el interno es una fiera.
Un compañero (tambien forista), me informa que él intentó entrar para sedarle un poco en compañía de Jefe de los Funcionarios y que casi le cuesta un brazo el intento ya que el recluso se abalanzó hacia él a mordiscos. El Jefe de los funcionarios estuvo atento y con un rápido movimiento le metio la porra en la boca. Porra que aún conserva la huella de los dientes del recluso, tal fue el bocado que propinó.
(SI LE COGE EL BRAZO A MI COMPAÑERO LE ARRANCA EL TROZO)
Ante esta situación, me "armé" de una jeriga cargada con un MODECATE y me acerqué a la celda.
Antes de que el funcionario me abriese la puerta, empecé a hablarse en su idioma diciendole que iba a ayudarle a salir de allí, que me lo iba a llevar a dar una vuelta y que dos chicas jovenes y bellas nos estaban esperando. Poco a poco me fui ganando su confianza (el hablarle en su idioma creo que hizo muchisimo) y con continuos engaños y diciendole que me siguiera la corriente para que los guardias no sospecharan que le iba a sacar de la cárcel, conseguí convencerle para que se tumbase en el catre y me dejase inyectarle.
Una vez realizada dicha tarea, le dije que nos teniamos que esposar para "darle realismo al tema" y así, esposados mi mano y la de élo, nos dirigimos a la ambulancia que (teoricamente) nos iba permitir huir.
Una vez en la ambulancia, le dije que se tumbara en la camilla y así lo hizo. En ese momento me solté mi esposa y la afiancé en uno de los barrotes de la ambulancia.
Conseguimos así trasladarlo hasta el psiquiatrico penitenciario de Sevilla, pero durante todo el camino no dejaba de prweguntarme cuando ibamos a recoger a las chicas que yo le habia dicho nos estaban esperando.
Si cuento esta anécdota es para hacer hincapié en que, muchas veces, una conversación intencionadamente llevada por unos cauces determinados, pueden solventar situaciones peligrosas para nuestra integridad en el desempeño de nuestras funciones.
Saludos
Estimados amigos;
Hace siete años, estaba prestando mis servicios profesionales en el Servicio Médico de la Cárcel de Algeciras. Al incorporarme una mañana, me informan que hay un recluso inglés en una de las celdas de aislamiento que hay que trasladar al psiquiatrico de Sevilla, pero que no hay quien se atreva a entrar en la celda ya que el interno es una fiera.
Un compañero (tambien forista), me informa que él intentó entrar para sedarle un poco en compañía de Jefe de los Funcionarios y que casi le cuesta un brazo el intento ya que el recluso se abalanzó hacia él a mordiscos. El Jefe de los funcionarios estuvo atento y con un rápido movimiento le metio la porra en la boca. Porra que aún conserva la huella de los dientes del recluso, tal fue el bocado que propinó.
(SI LE COGE EL BRAZO A MI COMPAÑERO LE ARRANCA EL TROZO)
Ante esta situación, me "armé" de una jeriga cargada con un MODECATE y me acerqué a la celda.
Antes de que el funcionario me abriese la puerta, empecé a hablarse en su idioma diciendole que iba a ayudarle a salir de allí, que me lo iba a llevar a dar una vuelta y que dos chicas jovenes y bellas nos estaban esperando. Poco a poco me fui ganando su confianza (el hablarle en su idioma creo que hizo muchisimo) y con continuos engaños y diciendole que me siguiera la corriente para que los guardias no sospecharan que le iba a sacar de la cárcel, conseguí convencerle para que se tumbase en el catre y me dejase inyectarle.
Una vez realizada dicha tarea, le dije que nos teniamos que esposar para "darle realismo al tema" y así, esposados mi mano y la de élo, nos dirigimos a la ambulancia que (teoricamente) nos iba permitir huir.
Una vez en la ambulancia, le dije que se tumbara en la camilla y así lo hizo. En ese momento me solté mi esposa y la afiancé en uno de los barrotes de la ambulancia.
Conseguimos así trasladarlo hasta el psiquiatrico penitenciario de Sevilla, pero durante todo el camino no dejaba de prweguntarme cuando ibamos a recoger a las chicas que yo le habia dicho nos estaban esperando.
Si cuento esta anécdota es para hacer hincapié en que, muchas veces, una conversación intencionadamente llevada por unos cauces determinados, pueden solventar situaciones peligrosas para nuestra integridad en el desempeño de nuestras funciones.
Saludos