Atención psicológica a parientes de víctimas de secuestro

PAULO DANIEL ACERO RODRIGUEZ

e-mergencista nuevo
IMPACTO DEL SECUESTRO EN LAS FAMILIAS: APRENDER A AFRONTAR LA INCERTIDUMBRE DE LA PÉRDIDA


El duelo por la experiencia del secuestro de un ser querido, es un proceso que, en general, sigue la estructura de cualquier proceso de duelo normal, en lo que tiene que ver con los momentos emocionales por los que pasan los familiares del plagiado, pero que se aparta de esa experiencia general por cuanto nunca se produce plenamente un momento de aceptación o cierre, dado que suelen presentarse episodios que reviven la esperanza de la liberación y que vuelven a colocar, a quienes lo viven, en el momento inicial del proceso, es decir en tener que aceptar la realidad de que muy poco esta en sus manos y que tienen poco control sobre lo que les esta sucediendo.

Por estas razones, puede decirse que el estrés traumático ocasionado por esta pérdida, en comparación con el que sobreviene a la pérdida por la muerte, se manifiesta como un evento crónico similar al que viven los familiares de una persona a la que le ha sido diagnosticada una enfermedad terminal, es decir, que el proceso de duelo no sólo se prolonga durante el tiempo que dure el cautiverio (similar al duelo anticipado que empiezan a vivir los familiares del enfermo terminal y el propio enfermo), sino que este fenómeno implica además experiencias emocionales que persisten con variable intensidad después de que la persona secuestrada ha podido regresar a la libertad.

En ese sentido, vale la pena recordar lo que plantea Mauricio Díaz del Castillo, cuando dice que “El secuestro se relaciona íntimamente con la psicología del sometimiento, pues la finalidad que buscan los secuestradores es la de someter a la víctima y a su familia, mediante un control cruel sobre todos los aspectos de sus vidas. Para ello recurren a técnicas de control psicológicas dirigidas a trasmitir el terror, la desesperación, y destruir la confianza del retenido en él y quienes le rodean”.

Con base en lo anterior, puede decirse que el secuestro siempre reclama dos victimas: por un lado el propio secuestrado que tiene que hacerle frente a la pérdida de su propia libertad (y al permanente riesgo de la pérdida de su vida) y por otro la familia, que tiene que empezar a habérselas con la falta de la presencia del ser querido y la incertidumbre de su regreso. Todos estos aspectos hacen que las familias experimenten un proceso de duelo con estrés traumático, que, en este caso, no es otra cosa que la respuesta normal a una situación anormal.

Dados los altos grados de estrés a que se ven sometidas las familias de una persona secuestrada, y a que tienen que empezar a afrontar un enorme cúmulo de experiencias emocionales novedosas, no es infrecuente, que se presenten por primera vez o salgan a flote circunstancias subyacentes que tanto las personas como las familias tenían sin resolver, a lo que, además (como ya lo demuestra la literatura sobre el duelo - Por ejemplo: Worden, 1997; Meluk, 1998; Aristizabal, 2000; Acero, 2004 -) suele sumarse que aumente el riesgo de enfermedades, separaciones familiares, e incluso de la muerte. Aunque el periodo más vulnerable suele ser los primeros treinta días después de ocurrido el evento, no hay que olvidar que una persona sometida a un estrés continuado esta en riesgo de hacer crisis en cualquier momento.

Qué tener en cuenta al afrontar esta experiencia:

- Reconocer y afrontar la realidad en torno a la pérdida. Una de las primeras cosas a considerar consiste en reconocer la necesariedad de hacer conciencia de la realidad de la situación e intentar asimilar que, frente a la posibilidad de liberación, somos impotentes y es muy poco lo que esta bajo nuestro control. Siempre se hace necesario tener en mente que, aunque no lo queramos, estamos a merced de otros seres humanos que están dispuestos a todo y que buscan, no solo rebajarnos como personas, sino minar nuestro sentido de seguridad y confianza pues solo en esas condiciones ellos podrán obtener lo que buscan.

Esto no implica que nos declaremos sujetos pasivos e inermes pues, como ya lo hemos manifestado en otros espacios, uno de los primeros aprendizajes que debemos hacer ante las adversidades de la vida es que lo importante no es tanto lo que nos sucede, sino la manera en que reaccionamos ante lo que nos sucede y que, como decía Víctor Frankl, todo nos puede ser arrancado, menos la libertad de elegir como vamos a responder ante lo que nos han arrancado. Recordemos que uno de los principales objetivos de los plagiarios es hacernos sentir que nada esta en nuestras manos.

- Hacernos conscientes de las emociones que hacen presencia permitiendo su expresión. Uno de los hallazgos frecuentes, al mirar las historias de las familias que han experimentado el secuestro, es que estas suelen manifestar una gran resistencia para abrirse emocionalmente y manifestar las diferentes emociones que sobrevienen tras la experiencia del secuestro. Es necesario dar paso a la rabia, a la impotencia, al llanto, a la desesperanza, a la culpa y reconocerlos como sentimientos normales en estas circunstancias. Negarlos e intentar ocultarlos tan solo hará que se manifiesten, en el momento menos esperado, de una manera destructiva y dañina que, como anotábamos antes, inclusive puede evidenciarse en afecciones somáticas.

Se reconoce que una de las reacciones naturales de las familias consiste en crear algo similar a una “barrera de silencio” como mecanismo que tiene como propósito evitar que cualquier persona por fuera del grupo familiar tenga acceso a las particularidades del secuestro y a sus dolorosas vivencias. Sobre el particular, debe tornarse imprescindible permitirse acompañar de personas, e incluso profesionales que, promuevan la sana expresión emocional en espacios seguros de contención y comprensión como pueden serlo los grupos de mutua ayuda o los escenarios terapéuticos a nivel individual y familiar, en los cuales, cada miembro de la familia pueda expresar lo que siente y lo que teme (en si mismo y en los demás) buscando las palabras adecuadas en el lugar adecuado.

- Reacomodarnos a espacios en los que el ser querido no esta. Una de las tareas que más cuesta trabajo hacer, pero que es urgente para la recuperación del equilibrio emocional, consiste en que la familia redistribuya los roles que estaban en cabeza del ser querido que fue secuestrado. En no pocas ocasiones las familias se resisten a hacerlo porque consideran que esto puede considerarse como un acto de traición o infidelidad hacia el ser querido o en un reconocimiento implícito de que ya se esta prescindiendo de su presencia y, por tanto, no esperando su regreso.

En torno a este particular, se debe hacer un trabajo profundo al interior de la familia, para que comprenda que, el dar este paso, no solo permite que todos los miembros sientan que aportan algo importante para el mantenimiento de la cohesión y el equilibrio familiar, sino para que se evite que haya personas que asuman sobrecargas que, temprano o tarde, se manifiesten en forma de crisis. No esta de más recordar que una de las constantes preocupaciones de los secuestrados radica en que la familia sufra los menores percances posibles en su ausencia y, si las familias pueden hacerlo, estarán enviando un mensaje de que la experiencia se esta afrontando de manera unida y sana.

- Reorientar la energía emocional que antes estaba enfocada en la relación con el ser querido. Esta tarea implica que se empiece a vivir una nueva forma de presencia del ser querido físicamente ausente. Trabajar en esta tarea significa que, aunque hay que dar lugar a los sentimientos de tristeza y vacío, la familia se concentre en celebrar cada espacio y momento que recuerden las experiencias compartidas con el secuestrado y se afiancen las expresiones de afecto y amor hacia cada uno de los miembros del grupo, no ahorrando abrazos o besos, sino dándolos a otros en nombre del ser querido. Fijémonos que, como ante cualquier pérdida, no se trata de deshacer los lazos emocionales que se tenían, sino de fortalecerlos dirigiendo las expresiones de cariño hacia quienes también eran sus objetos de amor.

El cumplimiento de esta tarea es una manera de permitir, simbólicamente, que nuestro ser querido a quien le ha sido coartada su libertad, ame a través de nosotros y de que, aquellos que le aman, sientan también que tienen hacia quien manifestar ese amor que no pueden expresarlo directamente a el. Por supuesto que uno de los cuidados que hay que tener aquí, es evitar manifestar los temores proyectándolos en forma de sobreprotección, que impida que cada miembro del grupo familiar integre la experiencia a su vida y crezca y se fortalezca como ser humano, para que, en lugar de tomar el papel de víctima, se reconozca como poseedor de capacidades para afrontar exitosamente las adversidades y penas inherentes a la vida.
- Mantener la llama de la esperanza viva. En este tipo de duelos, algo particular, como se decía al principio, es que en corto o largo tiempo las familias tendrán la posibilidad de recibir pruebas de que el secuestro no será para siempre, de que el ser querido se encuentra en relativas buenas condiciones y, que en algún momento se producirá su regreso. Mientras el secuestrado asume como primera obligación la de mantenerse vivo porque alguien lo espera en la libertad, los familiares deben por su parte, darse a la tarea de mantener la llama de la esperanza viva en cada uno; esto significa que cada miembro debe afrontar esta experiencia con un profundo compromiso humano, primero hacia si mismo y luego hacia los que le rodean.

Aquí vale la pena reiterar que la mejor manera de ayudar a descansar a otros, es asegurarse de no ser motivo de preocupación o carga emocional, lo que se consigue velando por las propias responsabilidades y estando atentos a ser apoyo en momentos de crisis. En este sentido, es bueno que los chicos sigan, al máximo, cumpliendo con sus actividades y que los demás miembros de la familia no rompan abruptamente con sus deberes y rutinas pues estas son parte de lo que permite no dejarse envolver absolutamente en la desesperación y luego en la desesperanza.

Adicionalmente, cada vez que sea posible enviar un mensaje al ser querido secuestrado, el poderle manifestar que la familia sigue adelante sin grandes contratiempos, ayuda a que él mismo se quite una carga emocional por el sufrimiento que implica saberse responsable de que el grupo familiar no pueda seguir avanzando sin su presencia. No sobra decir que una de las mejores maneras de honrar la existencia y experiencia compartida con un ser humano es mostrarle que hemos integrado y puesto en marcha sus enseñanzas. Recordemos que los criminales pueden secuestrar un cuerpo, pero no pueden secuestrar una relación de amor, y que, entre ellos y nosotros, lo que ha sucedido es que los abrazos y besos han quedado en pausa, no en off.
 
Última edición por un moderador:
y esto.... ¿qué tiene que ver con las emergencias?

El poder ejercer no solo acciones asistenciales , sino también las preventivas tiene que ver mucho con las emergencias.
Un secuestro somete a los vinculados al plagiado a stress y situaciones que pueden culminar en diversos cuadros psicopatológicos. Por lo tanto, considero que tener algunas lineas básicas para el abordaje de la situación no están fuera de lugar.
 
no entra dentro del mundo de las emergencias, y hemos tenido casos en nuestra zona, y muchos la liberacion la organizacion nos la comunicaba a nosotros
 
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