«Nos acordamos de los bomberos del 11-S»
Mientras evacuaban a la carrera el edificio, con la amenaza de que en cualquier momento pudiera derrumbarse planta por planta, José y David recordaron miles de imágenes que tienen ya grabadas de por vida en sus retinas. Se acordaban de los cientos de bomberos que fallecieron en el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York. «Vi a los bomberos neoyorquinos en el momento en el que atravesaban los torniquetes de entrada a las Torres para acceder al interior», dice José.
«Pensaba que ellos debieron sentir lo mismo que nosotros en aquellos instantes. La escalera se hacía eterna. Bajábamos todas las dotaciones, en silencio, pensando que aquello se iba a hundir. Contábamos las plantas una a una, la 16, la 15... Cuando miré otra vez, todavía íbamos por la décima», continúa. David no olvida que «todos nuestros jefes se quedaban atrás y paraban para comprobar que todos los efectivos bajaban, que nadie se perdía en el camino».
Ya fuera del Windsor, en la calle, los nervios se templaron. Todos y cada uno de los que entraron a sofocar las llamas se encontraban a salvo. Ahora había que intentar que el incendio no se propagara hacia los edificios colindantes. Primero desde los soportales del edificio de La Estrella. «Mientras refrescábamos la fachada, un compañero nos advertía de la caída de escombros y cascotes. Entonces, nos refugiamos en los soportales». Después, prosiguieron la faena desde la azotea.
A las siete de la mañana fueron finalmente relevados. A su llegada al parque de bomberos encontraron a decenas de compañeros que fuera de servicio se habían presentado para ayudar. «Nos recibieron con los brazos abiertos y con la alegría de que regresábamos sanos y a salvo».
Mientras evacuaban a la carrera el edificio, con la amenaza de que en cualquier momento pudiera derrumbarse planta por planta, José y David recordaron miles de imágenes que tienen ya grabadas de por vida en sus retinas. Se acordaban de los cientos de bomberos que fallecieron en el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York. «Vi a los bomberos neoyorquinos en el momento en el que atravesaban los torniquetes de entrada a las Torres para acceder al interior», dice José.
«Pensaba que ellos debieron sentir lo mismo que nosotros en aquellos instantes. La escalera se hacía eterna. Bajábamos todas las dotaciones, en silencio, pensando que aquello se iba a hundir. Contábamos las plantas una a una, la 16, la 15... Cuando miré otra vez, todavía íbamos por la décima», continúa. David no olvida que «todos nuestros jefes se quedaban atrás y paraban para comprobar que todos los efectivos bajaban, que nadie se perdía en el camino».
Ya fuera del Windsor, en la calle, los nervios se templaron. Todos y cada uno de los que entraron a sofocar las llamas se encontraban a salvo. Ahora había que intentar que el incendio no se propagara hacia los edificios colindantes. Primero desde los soportales del edificio de La Estrella. «Mientras refrescábamos la fachada, un compañero nos advertía de la caída de escombros y cascotes. Entonces, nos refugiamos en los soportales». Después, prosiguieron la faena desde la azotea.
A las siete de la mañana fueron finalmente relevados. A su llegada al parque de bomberos encontraron a decenas de compañeros que fuera de servicio se habían presentado para ayudar. «Nos recibieron con los brazos abiertos y con la alegría de que regresábamos sanos y a salvo».