tanidya
e-mergencista experimentado
Deuda saldada
Los socorristas de La Concha rescatan a una bañista que sufrió en el agua una parada cardiorrespiratoria poco después de haberles obsequiado con unas manzanas
SAN SEBASTIÁN. DV. Los socorristas de la Cruz Roja que cada día velan por la seguridad de la playa de La Concha conocían de sobra a M.T.A.G., la señora de 79 años que acostumbra a nadar delante de su puesto con un inconfundible gorro blanco. Le tienen un cariño especial porque siempre se muestra atenta con ellos y en más de una ocasión les ha llevado algún detalle. Ayer fueron tres manzanas que los socorristas no tuvieron tiempo de llevarse a la boca, porque algo les alarmó. M.T. había dejado de bracear al sufrir una parada cardiorrespiratoria. El dispositivo de seguridad se puso en marcha y la mujer fue evacuada con vida de la playa después de media hora de tensión que alteró una tranquila mañana playera en La Concha.
La historia se acerca al milagro después de ver la incansable lucha por vivir de una anciana que fue rescatada del agua sin pulso alguno. Su estado es grave y tuvo que ser ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Donostia, pero un día de estos quizá pueda pasarse de nuevo por el puesto de socorristas para agradecer a esos jóvenes el esfuerzo que hicieron para que siguiera en este mundo. Pocas veces unas manzanas han estado tan bien ganadas.
Eran las doce del mediodía cuando M.T. llegó a la playa de La Concha. Como acostumbra, se caló su gorro blanco y se dirigió a la torreta de la Cruz Roja instalada frente al club Eguzki. Saludó amistosamente a los socorristas, les entregó las manzanas que les había llevado y les comunicó que tenía intención de nadar un poco. Les indicó que por la mañana había visitado al médico, pero que se encontraba bien.
Los socorristas le hicieron un seguimiento especial, como a todas las personas de edad avanzada o a las que acuden al puesto con alguna indicación, y de pronto saltó la alarma. M.T. no nadaba y apenas se avistaba un gorro blanco a la deriva.
La rápida actuación del servicio de la Cruz Roja le salvó la vida. En cuestión de un minuto, una lancha y dos socorristas lograron llevarla hasta la orilla, donde iniciaron los masajes cardíacos para tratar de reanimarla. La mujer no tenía pulso, pero los jóvenes socorristas no cejaron en el empeño. Insistieron durante más de un cuarto de hora hasta que llegó una ambulancia de la Cruz Roja y, poco después, otra medicalizada de Osakidetza. No había tiempo que perder y los intentos de reanimación se realizaron sobre la misma arena. Al fin, el electroshock provocado por un desfibrilador devolvió el pulso a la mujer, que pudo ser intubada y trasladada al Hospital en ambulancia. Sus detalles habían sido agradecidos con creces por los jóvenes socorristas.