tanidya
e-mergencista experimentado
Historia de una desesperación
El intento de suicidio de una mujer paralizó el tráfico ferroviario en Irun
I. MORONDO/J. PEÑALBA
La mujer, encaramada en el puente, amenaza con saltar. [F. DE LA HERA]
SAN SEBASTIÁN. DV. Llevaba meses anunciando que se iba a suicidar, que su vida era poco menos que una pesadilla, que ya no tenía sentido seguir adelante. Ayer, Mónica S.B. pretendió cumplir su amenaza. Poco antes de las dos de la tarde se encaramó al puente de Renfe, en el paseo Colón de Irun. Unos minutos después se dejó caer al vacío desde unos cinco metros de altura. Los intentos de un psicólogo y de otras personas que trataron de convencerle para que depusiera su actitud resultaron infructuosos. El tráfico ferroviario quedó interrumpido después de que fuera necesario cortar el suministro eléctrico de la catenaria.
Mónica sufrió lesiones de consideración, pero al parecer su vida no corre peligro. La víctima fue evacuada al Hospital del Bidasoa.
Mónica S.B. se sentía sola en este mundo, abandonada de todos, incluso de los suyos. Natural de una pequeña localidad pontevedresa, vino a Donostia a los quince años. Casada y más tarde separada, fue madre de dos hijos, un chico de 24 años y una joven que se suicidó con apenas 19 años cuando permanecía ingresada en un centro dependiente de la Xunta de Galicia. El fallecimiento de su «pequeña» le sumió en sucesivas depresiones. Comenzó a ser una paciente habitual en las consultas de psicólogos y psiquiatras. En los últimos meses venía reclamando una asistencia gratuita. Odiaba a los que se limitaban a prescribirle fármacos que sólo le alejaban de la realidad.
Mónica no tenía un lugar fijo para dormir. A veces solía pedir a algunos de los que fueron viejos amigos que le dejasen pasar la noche en sus coches. No le gustan los albergues y hacía tiempo que había dejado de recurrir a su familia.
«Un infierno»
Poco antes del intento de suicidio, Mónica visitó la redacción de DV en Irun para denunciar la situación de los residentes en los psiquiátricos. Según su relato, a los enfermos «se les trata peor que en las cárceles» y calificaba de «infierno» su paso por uno de estos centros en San Sebastián.
Explicó que había solicitado el ingreso voluntario en el psiquiátrico y que cinco días después, le quisieron dar «la patada». Explicó que «la doctora me decía que estaba bien, que no tenía ningún problema y que aquello no era un hostal gratuito». En el parte de alta consta que se le informó de la «brevedad del ingreso y de la necesidad de que gestione sus recursos para poder encontrar un sitio donde alojarse de cara al alta». Además, en el informe se hizo constar que no había «criterios psicopatológicos para transformar el ingreso en involuntario». Este anuncio provocó, al parecer, su fuga del centro. «Para saltar la verja tuve que agarrarme al alambre de espino que había sobre ella». Mónica mostraba las manos, llenas de cortes y heridas. Era la prueba de su fuga.
Al día siguiente, se solicitaba, a través del Servicio de Salud Mental Extrahospitalaria de Osakidetza, su ingreso en el psiquiátrico para varios meses de convalecencia y con un plazo de espera de una semana. A lo largo de esta semana, visitó varias veces los servicios médicos de urgencias en busca de la ayuda psicológica.
Ayer, Mónica aseguraba que estaba «cansada de luchar contra los psiquiátricos y los juzgados». Su referencia a los tribunales se debía a que una denuncia que presentó el pasado mes de febrero por intento de violación acabó con una sentencia, dictada el 3 de marzo, en la que se absolvía al acusado pese a que la denunciante insistía en que su agresor reconoció los hechos cuando fue detenido por la Policía autonómica. Hastiada de todo, Mónica quiso cumplir ayer su amenaza de suicidio. No lo consiguió. Tal vez ahora tenga la oportunidad de rehacer su vida. Necesitará mucha ayuda.
El intento de suicidio de una mujer paralizó el tráfico ferroviario en Irun
I. MORONDO/J. PEÑALBA
La mujer, encaramada en el puente, amenaza con saltar. [F. DE LA HERA]
SAN SEBASTIÁN. DV. Llevaba meses anunciando que se iba a suicidar, que su vida era poco menos que una pesadilla, que ya no tenía sentido seguir adelante. Ayer, Mónica S.B. pretendió cumplir su amenaza. Poco antes de las dos de la tarde se encaramó al puente de Renfe, en el paseo Colón de Irun. Unos minutos después se dejó caer al vacío desde unos cinco metros de altura. Los intentos de un psicólogo y de otras personas que trataron de convencerle para que depusiera su actitud resultaron infructuosos. El tráfico ferroviario quedó interrumpido después de que fuera necesario cortar el suministro eléctrico de la catenaria.
Mónica sufrió lesiones de consideración, pero al parecer su vida no corre peligro. La víctima fue evacuada al Hospital del Bidasoa.
Mónica S.B. se sentía sola en este mundo, abandonada de todos, incluso de los suyos. Natural de una pequeña localidad pontevedresa, vino a Donostia a los quince años. Casada y más tarde separada, fue madre de dos hijos, un chico de 24 años y una joven que se suicidó con apenas 19 años cuando permanecía ingresada en un centro dependiente de la Xunta de Galicia. El fallecimiento de su «pequeña» le sumió en sucesivas depresiones. Comenzó a ser una paciente habitual en las consultas de psicólogos y psiquiatras. En los últimos meses venía reclamando una asistencia gratuita. Odiaba a los que se limitaban a prescribirle fármacos que sólo le alejaban de la realidad.
Mónica no tenía un lugar fijo para dormir. A veces solía pedir a algunos de los que fueron viejos amigos que le dejasen pasar la noche en sus coches. No le gustan los albergues y hacía tiempo que había dejado de recurrir a su familia.
«Un infierno»
Poco antes del intento de suicidio, Mónica visitó la redacción de DV en Irun para denunciar la situación de los residentes en los psiquiátricos. Según su relato, a los enfermos «se les trata peor que en las cárceles» y calificaba de «infierno» su paso por uno de estos centros en San Sebastián.
Explicó que había solicitado el ingreso voluntario en el psiquiátrico y que cinco días después, le quisieron dar «la patada». Explicó que «la doctora me decía que estaba bien, que no tenía ningún problema y que aquello no era un hostal gratuito». En el parte de alta consta que se le informó de la «brevedad del ingreso y de la necesidad de que gestione sus recursos para poder encontrar un sitio donde alojarse de cara al alta». Además, en el informe se hizo constar que no había «criterios psicopatológicos para transformar el ingreso en involuntario». Este anuncio provocó, al parecer, su fuga del centro. «Para saltar la verja tuve que agarrarme al alambre de espino que había sobre ella». Mónica mostraba las manos, llenas de cortes y heridas. Era la prueba de su fuga.
Al día siguiente, se solicitaba, a través del Servicio de Salud Mental Extrahospitalaria de Osakidetza, su ingreso en el psiquiátrico para varios meses de convalecencia y con un plazo de espera de una semana. A lo largo de esta semana, visitó varias veces los servicios médicos de urgencias en busca de la ayuda psicológica.
Ayer, Mónica aseguraba que estaba «cansada de luchar contra los psiquiátricos y los juzgados». Su referencia a los tribunales se debía a que una denuncia que presentó el pasado mes de febrero por intento de violación acabó con una sentencia, dictada el 3 de marzo, en la que se absolvía al acusado pese a que la denunciante insistía en que su agresor reconoció los hechos cuando fue detenido por la Policía autonómica. Hastiada de todo, Mónica quiso cumplir ayer su amenaza de suicidio. No lo consiguió. Tal vez ahora tenga la oportunidad de rehacer su vida. Necesitará mucha ayuda.