tanidya
e-mergencista experimentado
Los sanitarios advierten del descenso de la edad en que los menores comienzan a tomar bebidas alcohólicas de alta graduación. Los servicios de Urgencias atienden cada año a decenas de jóvenes en coma por intoxicación etílica
SAN SEBASTIÁN. DV. Jóvenes y alcohol. El combinado más común en fiestas, celebraciones o fines de semana de cualquier época del año vuelve a ser analizado después de que un estudio reflejara que los vascos son los que encabezan las listas de los más 'aficionados' a la bebida. Y a más alcohol, más atenciones sanitarias, tanto por excesos como por agresiones derivadas de la ingesta de alcohol. Así lo constatan en los hospitales de Gipuzkoa, donde cada año atienden a decenas de jóvenes, muchos de ellos menores de edad, de intoxicaciones etílicas graves, accidentes de tráfico o lesiones producidas en peleas o autoagresiones.
En el centro de Donostia, el servicio de urgencias extrahospitalario -más conocido como casa de socorro- situado en la calle Bengoetxea atiende anualmente a medio centenar de jóvenes menores de 18 años con un elevado grado de alcoholismo. Entre los mayores de edad, el número de atenciones se multiplican por dos. El director del centro, Carlos Benito, asegura sin embargo que estos casos son similares a los registrados en años anteriores, pero advierte, sin embargo, del importante incremento de agresiones derivadas del consumo de alcohol. «Si antes se registraban de 12 a 15 partes de agresión semanales, ahora pueden llegar a producirse hasta 40 ó 60», dice. La mayoría, por supuesto, ocurridos durante el fin de semana, que es cuando las cañas, los kalimotxos y las copas corren sin parar por las barras.
Cenar poco e ingerir alcohol de alta graduación es el cóctel más peligroso que combinan muchos de los jóvenes que terminan la noche en los servicios de urgencias. «Si estuvieran con el estómago lleno, el alcohol se va filtrando poco a poco, pero muchos comen y para cuando salen, a las seis o siete de la tarde, ya han hecho la digestión», explica Benito. Por eso, son ellos los que más temprano acuden a la casa de socorro de Bengoetxea. «Los menores suelen venir antes de las diez de la noche, mientras que los mayores llegan a partir de las cuatro de la mañana».
Unos y otros reciben el mismo consejo por parte de los sanitarios: «Que los amigos les lleven a casa, que les den un café o que les den unas cuantas vueltas por el Paseo Nuevo para que se aireen. Además, claro, les decimos que no beban más», indica Benito. Es la actuación en la mayoría de los casos, cuando llegan «semiinconscientes con un grado medio de intoxicación etílica». Pero además existe un 5% que se pasa demasiado de la raya y alcanza un estado «con síntomas muy comatosos. En esas situaciones les derivamos al Hospital Donostia para que les mantengan en observación».
Sin padres
Sólo si deben permanecer en el hospital, los padres llegarán a enterarse del episodio protagonizado por sus hijos, pero, según reconoce Benito, «en la mayoría de los casos no ocurre así». «Cuando llegan aquí -a la casa de socorro- suelen venir con los amigos y son ellos los que se encargan de acompañar al más afectado, porque en realidad 'tocados' están todos». Esas condiciones cohíben a los sanitarios para 'dar charlas' sobre el riesgo que conlleva el alcohol. «Nos limitamos a la curación», asegura Benito, quien recuerda con sorpresa el último caso que atendió de una menor. «Era una chica de 16 años que vino acompañada de sus padres. Presentaba un estado comatoso importante, aunque respondía al dolor».
Si bien los menores de entre 16 y 18, la mitad de ellos chicas, son los que más 'visitan' las dependencias del servicio de urgencias de Bengoetxea, «hemos llegado a tener a chavales de 14». «Celebraciones, fiestas como Santo Tomás o San Sebastián, fin de curso», cualquiera de estas fechas es «perfecta» para juntarse con los amigos y salir por la noche -tal y como hacen asiduamente el 68% de los jóvenes entre 15 y 29 años, según datos del Observatorio de la Juventud-. «No me extraña que los estudios digan que los jóvenes de aquí son los que más beben, porque realmente la juerga está muy extendida, el botellón, mejor dicho 'hacer litros', es algo muy arraigado. El problema es que hay que beber mucho para llegar a un estado de no tenerse en pie, como alcanzan muchos», explica Benito.
Campañas
Para él, como para la jefa del servicio de Urgencias del Hospital de Zumarraga, Miriam Berruete, las campañas para prevenir el consumo de alcohol y para evitar que los menores accedan a él tienen un efecto muy limitado. «Si un menor quiere alcohol lo va a conseguir», sentencian ambos. «Existen lugares donde no piden el carné, y si no siempre hay algún amigo o hermano mayor que puede comprarlo». En el hospital de referencia del Goierri este año han atendido una decena de intoxicaciones etílicas agudas, tres de ellos entre 14 y 18 años, «con cifras de alcoholemia muy alarmantes, rozando la mortalidad». Son los casos más graves de miles de borracheras que «se acentúan en días como las fiestas de Ormaiztegi, Beasain o Legazpi», especialmente recordadas por la doctora Berruete, que advierte también del incremento de las agresiones y autolesiones por culpa del alcohol. «Puñetazos contra coches, gente que se tira por cuestas la mezcla de tóxicos (alcohol y pastillas o cannabis) hace estragos».
En sus 16 años en el servicio de Urgencias, Miriam Berruete ha visto de todo, pero recuerda, por el impacto que le causó, «a unos padres que acompañaron a su hijo en estado de embriaguez y le sacaron la cara. 'Si no bebe ahora, ¿cuándo lo va a hacer?', me dijeron». Ante casos así de poco sirven «los mensajes agresivos que lanzan las campañas de televisión o lo que cualquiera de nosotros les pueda decir».
Para la doctora Berruete, el hecho de que la bebida «esté socialmente aceptada» entre los adultos es el mayor obstáculo para hacer entender a los jóvenes de que «existe el riesgo real de morirse». «Por suerte, no he tenido ningún caso, pero sí he conocido algún menor que fue intubado y estuvo varios días en la UCI».
A los casos atendidos en el Hospital de Zumarraga, Berruete añade todos aquellos que son atendidos en los centros de atención continuada de Beasain, Zumarraga, Azpeitia y Legazpia, las de quienes están registrados por otras lesiones derivadas del alcohol y las de todos aquello que no acuden a Urgencias por miedo a que sus padres se enteren. «Aún y todo, vemos menos casos que hace diez años, pero no sé si es porque han cambiado los hábitos de bebida o porque 'se preparan' para ingerir grandes cantidades de alcohol, como me reconoció una vez un chaval de 16 años de Legazpi, que se comió cuatro hamburguesas y patatas antes de salir para acumular grasas».
Más graduación
Edades más tempranas -«desde los 11 años», asegura Berruete-, más asiduidad (un 70% de los menores bebe los fines de semana, según estudios que menciona la doctora) y bebidas de más graduación es el pesimista análisis que realiza la jefa del servicio de Urgencias de Zumarraga. «Mi sobrino de 15 años me reconoce que ahora tienen más dinero y que en vez de ir a cervezas, beben combinados de vodka. Y claro, no es lo mismo beber dos cañas que dos cócteles».
Desde el Hospital Comarcal del Bidasoa, su jefa de Urgencias, Mercedes Lasa, no tiene datos para corroborar un incremento de los casos de intoxicación etílica, «pero basta con darse una vuelta por las fiestas para ver el estado en que se encuentran muchos jóvenes». En su hospital, notan especialmente las fiestas de San Marcial, el día de San Marcos o las fiestas de Hondarribia, «cuando atendimos diez comas etílicos». Ella, como la doctora Berruete, constata que las intoxicaciones no son sólo de alcohol, sino que «dan positivo a muchas cosas».
Una situación que se acrecienta estos días en los que se enlaza una fiesta con otra, una cena con otra comida, y a la que pocos piensan que se puede poner freno. Como dice la doctora Berruete, «borracheras, haberlas, haylas» y seguramente seguirá habiéndolas. «El problema es que Las borracheras, que como según afirma Berruete, «haberlas, haylas» seguirá habiéndolas «Borracheras haberlas, haylas» y, probablemente, seguirá habiéndolas.


SAN SEBASTIÁN. DV. Jóvenes y alcohol. El combinado más común en fiestas, celebraciones o fines de semana de cualquier época del año vuelve a ser analizado después de que un estudio reflejara que los vascos son los que encabezan las listas de los más 'aficionados' a la bebida. Y a más alcohol, más atenciones sanitarias, tanto por excesos como por agresiones derivadas de la ingesta de alcohol. Así lo constatan en los hospitales de Gipuzkoa, donde cada año atienden a decenas de jóvenes, muchos de ellos menores de edad, de intoxicaciones etílicas graves, accidentes de tráfico o lesiones producidas en peleas o autoagresiones.
En el centro de Donostia, el servicio de urgencias extrahospitalario -más conocido como casa de socorro- situado en la calle Bengoetxea atiende anualmente a medio centenar de jóvenes menores de 18 años con un elevado grado de alcoholismo. Entre los mayores de edad, el número de atenciones se multiplican por dos. El director del centro, Carlos Benito, asegura sin embargo que estos casos son similares a los registrados en años anteriores, pero advierte, sin embargo, del importante incremento de agresiones derivadas del consumo de alcohol. «Si antes se registraban de 12 a 15 partes de agresión semanales, ahora pueden llegar a producirse hasta 40 ó 60», dice. La mayoría, por supuesto, ocurridos durante el fin de semana, que es cuando las cañas, los kalimotxos y las copas corren sin parar por las barras.
Cenar poco e ingerir alcohol de alta graduación es el cóctel más peligroso que combinan muchos de los jóvenes que terminan la noche en los servicios de urgencias. «Si estuvieran con el estómago lleno, el alcohol se va filtrando poco a poco, pero muchos comen y para cuando salen, a las seis o siete de la tarde, ya han hecho la digestión», explica Benito. Por eso, son ellos los que más temprano acuden a la casa de socorro de Bengoetxea. «Los menores suelen venir antes de las diez de la noche, mientras que los mayores llegan a partir de las cuatro de la mañana».
Unos y otros reciben el mismo consejo por parte de los sanitarios: «Que los amigos les lleven a casa, que les den un café o que les den unas cuantas vueltas por el Paseo Nuevo para que se aireen. Además, claro, les decimos que no beban más», indica Benito. Es la actuación en la mayoría de los casos, cuando llegan «semiinconscientes con un grado medio de intoxicación etílica». Pero además existe un 5% que se pasa demasiado de la raya y alcanza un estado «con síntomas muy comatosos. En esas situaciones les derivamos al Hospital Donostia para que les mantengan en observación».
Sin padres
Sólo si deben permanecer en el hospital, los padres llegarán a enterarse del episodio protagonizado por sus hijos, pero, según reconoce Benito, «en la mayoría de los casos no ocurre así». «Cuando llegan aquí -a la casa de socorro- suelen venir con los amigos y son ellos los que se encargan de acompañar al más afectado, porque en realidad 'tocados' están todos». Esas condiciones cohíben a los sanitarios para 'dar charlas' sobre el riesgo que conlleva el alcohol. «Nos limitamos a la curación», asegura Benito, quien recuerda con sorpresa el último caso que atendió de una menor. «Era una chica de 16 años que vino acompañada de sus padres. Presentaba un estado comatoso importante, aunque respondía al dolor».
Si bien los menores de entre 16 y 18, la mitad de ellos chicas, son los que más 'visitan' las dependencias del servicio de urgencias de Bengoetxea, «hemos llegado a tener a chavales de 14». «Celebraciones, fiestas como Santo Tomás o San Sebastián, fin de curso», cualquiera de estas fechas es «perfecta» para juntarse con los amigos y salir por la noche -tal y como hacen asiduamente el 68% de los jóvenes entre 15 y 29 años, según datos del Observatorio de la Juventud-. «No me extraña que los estudios digan que los jóvenes de aquí son los que más beben, porque realmente la juerga está muy extendida, el botellón, mejor dicho 'hacer litros', es algo muy arraigado. El problema es que hay que beber mucho para llegar a un estado de no tenerse en pie, como alcanzan muchos», explica Benito.
Campañas
Para él, como para la jefa del servicio de Urgencias del Hospital de Zumarraga, Miriam Berruete, las campañas para prevenir el consumo de alcohol y para evitar que los menores accedan a él tienen un efecto muy limitado. «Si un menor quiere alcohol lo va a conseguir», sentencian ambos. «Existen lugares donde no piden el carné, y si no siempre hay algún amigo o hermano mayor que puede comprarlo». En el hospital de referencia del Goierri este año han atendido una decena de intoxicaciones etílicas agudas, tres de ellos entre 14 y 18 años, «con cifras de alcoholemia muy alarmantes, rozando la mortalidad». Son los casos más graves de miles de borracheras que «se acentúan en días como las fiestas de Ormaiztegi, Beasain o Legazpi», especialmente recordadas por la doctora Berruete, que advierte también del incremento de las agresiones y autolesiones por culpa del alcohol. «Puñetazos contra coches, gente que se tira por cuestas la mezcla de tóxicos (alcohol y pastillas o cannabis) hace estragos».
En sus 16 años en el servicio de Urgencias, Miriam Berruete ha visto de todo, pero recuerda, por el impacto que le causó, «a unos padres que acompañaron a su hijo en estado de embriaguez y le sacaron la cara. 'Si no bebe ahora, ¿cuándo lo va a hacer?', me dijeron». Ante casos así de poco sirven «los mensajes agresivos que lanzan las campañas de televisión o lo que cualquiera de nosotros les pueda decir».
Para la doctora Berruete, el hecho de que la bebida «esté socialmente aceptada» entre los adultos es el mayor obstáculo para hacer entender a los jóvenes de que «existe el riesgo real de morirse». «Por suerte, no he tenido ningún caso, pero sí he conocido algún menor que fue intubado y estuvo varios días en la UCI».
A los casos atendidos en el Hospital de Zumarraga, Berruete añade todos aquellos que son atendidos en los centros de atención continuada de Beasain, Zumarraga, Azpeitia y Legazpia, las de quienes están registrados por otras lesiones derivadas del alcohol y las de todos aquello que no acuden a Urgencias por miedo a que sus padres se enteren. «Aún y todo, vemos menos casos que hace diez años, pero no sé si es porque han cambiado los hábitos de bebida o porque 'se preparan' para ingerir grandes cantidades de alcohol, como me reconoció una vez un chaval de 16 años de Legazpi, que se comió cuatro hamburguesas y patatas antes de salir para acumular grasas».
Más graduación
Edades más tempranas -«desde los 11 años», asegura Berruete-, más asiduidad (un 70% de los menores bebe los fines de semana, según estudios que menciona la doctora) y bebidas de más graduación es el pesimista análisis que realiza la jefa del servicio de Urgencias de Zumarraga. «Mi sobrino de 15 años me reconoce que ahora tienen más dinero y que en vez de ir a cervezas, beben combinados de vodka. Y claro, no es lo mismo beber dos cañas que dos cócteles».
Desde el Hospital Comarcal del Bidasoa, su jefa de Urgencias, Mercedes Lasa, no tiene datos para corroborar un incremento de los casos de intoxicación etílica, «pero basta con darse una vuelta por las fiestas para ver el estado en que se encuentran muchos jóvenes». En su hospital, notan especialmente las fiestas de San Marcial, el día de San Marcos o las fiestas de Hondarribia, «cuando atendimos diez comas etílicos». Ella, como la doctora Berruete, constata que las intoxicaciones no son sólo de alcohol, sino que «dan positivo a muchas cosas».
Una situación que se acrecienta estos días en los que se enlaza una fiesta con otra, una cena con otra comida, y a la que pocos piensan que se puede poner freno. Como dice la doctora Berruete, «borracheras, haberlas, haylas» y seguramente seguirá habiéndolas. «El problema es que Las borracheras, que como según afirma Berruete, «haberlas, haylas» seguirá habiéndolas «Borracheras haberlas, haylas» y, probablemente, seguirá habiéndolas.