tanidya
e-mergencista experimentado
DYA ha perdido en Gipuzkoa a 300 voluntarios en los últimos diez años
El servicio de ayuda en emergencia cuenta este año con 406 voluntarios activos, la mayoría estudiantes La falta de efectivos ha obligado a reducir los equipos
AMAIA CHICO
Paco, Álvaro y Jaime, tres voluntarios de DYA Gipuzkoa dentro de una ambulancia situada en la base central de San Sebastián. [JOSE USOZ]
DYA GIPUZKOA
Socios: La DYA cuenta en Gipuzkoa con 406 voluntarios activos, 32 de los cuales se dedican a tareas de bienestar social. Además, un total de 36.863 personas colaboran económicamente.
Bases: Hay doce bases centrales repartidas por todo el territorio. En Donostia, Errenteria, Eibar, Azpeitia, Hernani, Tolosa, Zarautz, Hondarribia, Antzuola, Usurbil, Mutriku y Ordizia.
Flota: Cuentan con quince ambulancias de urgencia, tres medicalizadas y otras tres todo-terreno para rescates en montaña.
Cobertura: Situaciones de emergencia, prevención (eventos deportivos, conciertos ), bienestar social, protección civil (rescates, colaboración internacional ) y formación a escolares. En 2005 DYA Gipuzkoa intervino en 3.054 emergencias, con un saldo de 2.892 personas atendidas.
Más información: En el teléfono 943 46 46 22
SAN SEBASTIÁN. DV. «La mayor recompensa es el agradecimiento de una persona a la que has ayudado». Ésta es la motivación que ha impulsado a Xabier Barace a permanecer durante 16 años en la Asociación de Ayuda en Carretera DYA, de la que ahora es secretario provincial de Gipuzkoa.
Pero su dedicación, en su tiempo libre y sin más beneficio que la satisfacción personal, ha dejado de ser imitada en los últimos años por los jóvenes guipuzcoanos, de los que principalmente se nutre esta organización sin ánimo de lucro con más de 30 años de historia.
«La cifra de voluntarios ha ido descendiendo desde 1996 hasta quedarnos en los 406 colaboradores activos que tenemos hoy», explica Xabier, quien recuerda que hasta hace diez años había una media de 650 a 700 personas, muchas estudiantes, dispuestas a invertir unas cuantas horas semanales en socorrer a víctimas de caídas, accidentes, delincuencia Una pérdida de 'efectivos' que ha obligado a reducir los equipos disponibles en las doce bases repartidas por todo Gipuzkoa.
«Disponemos de ambulancias en alerta las 24 horas del día, sobre todo en Donostialdea, donde siempre hay uno o dos equipos», explica Xabier, quien reconoce que sobre todo entre semana cuesta cubrir algunos turnos.
«A veces nos retamos unos a otros para ver quién se anima a completar un turno al que igual le falta el conductor o el socorrista 'veterano' -las dos figuras indispensables-, y al final alguien siempre se anima a hacerlo».
El gusanillo que se contagian unos a otros les sirve para sacar adelante un servicio público que atiende emergencias, cubre eventos especiales como conciertos o encuentros deportivos, forma a escolares y, desde hace unos meses, realiza un servicio de bienestar social acompañando a personas mayores.
«Tenemos 32 socios dedicados específicamente a esta labor. Visitan a personas mayores o que viven solas, les acompañan a dar un paseo o simplemente hablan con ellas», explica Xabier, que además de conductor de ambulancia, de vez en cuando, también colabora con esta otra vertiente de la ayuda social. «Normalmente -matiza-, los voluntarios que realizan esta labor son personas no tan jóvenes.
«Algunos son prejubilados que todavía son muy activos y que quieren ocupar el tiempo que ahora tienen libre en pasar una tarde con alguien que agradece enormemente su compañía», dice. «Es un servicio cada vez más demandado y que nunca está cubierto al 100%, si tuviéramos 500 voluntarios, habría trabajo para los 500».
'Boy scouts' amarillos
Xabier lleva desde los 18 años cubriendo emergencias con la DYA y por ahora no ha sido capaz de desengancharse de esta «gran familia» amarilla que él mismo define como «mezcla de club de boy scouts y 'secta' (benéfica), como te dice a veces tu familia».
Su trabajo, mañana y tarde, en una tienda de Donostia le impide hacer muchos turnos. «Si hay algún accidente grave por la noche me suelen llamar, y aunque sea de presencia todas las semanas me paso». En este sentido, explica a quienes estén pensando en apuntarse que «no hay unos turnos mínimos obligatorios que cubrir, aunque normalmente se hacen por lo menos dos o tres al mes».
Los estudiantes, en este punto, suelen tener más tiempo libre y se apuntan a más guardias, cada una de ocho horas. «El perfil es de gente joven que entra con 18 ó 20 años y permanece en la DYA durante cinco o siete años», aunque siempre hay casos como el suyo que rompen la media de estancia, bien ampliándola unos años más, bien «abandonando enseguida porque no se sienten capacitados». En cualquier caso, todos acuden con «una motivación clara de ayuda a los demás».
Ése es el único requisito personal que se pide a los futuros voluntarios. La preparación la ofrecen en la propia asociación, donde todos los meses imparten cursos de socorrismo de un mes de duración en diferentes localidades de Gipuzkoa para formar no sólo a los nuevos colaboradores, sino a todo el que quiera adquirir los conocimientos mínimos de primeros auxilios.
«Cada año participan unas 450 personas, pero no todas deciden luego quedarse como voluntarias. A estos últimos, después se les dan unas clases sobre técnicas de ambulancia», indica Xabier. «Además -añade- también formamos a los que van a atender a personas mayores, cómo moverles, psicología y los propios socios activos se reciclan con nuevos cursos de vez en cuando».
Colaboración
A pesar de que DYA Gipuzkoa no está integrada en la Red de Transporte Sanitario de Urgencias (112), la asociación colabora «fluidamente» con la Dirección de Atención de Emergencias del Gobierno Vasco en situaciones de gran emergencia, catástrofes, rescates y operaciones especiales de tráfico.
«Atendemos urgencias que llegan a nuestra central y colaboramos con nuestras ambulancias de montaña (todoterrenos) cuando son accidentes de montaña o en la nieve», explica Xabier.
Además, desde hace unos años, participan en operaciones internacionales, en grandes catástrofes como los terremotos en Turquía o Irán, donde según hemos informado en anteriores ocasiones desde estas páginas, han colaborado con equipos especializados procedentes de otros países europeos.
Todo gracias a la preciada colaboración de los más de 36.000 socios que con sus aportaciones anuales «nos permiten mantenernos». Su ayuda, de hecho, representa el 80% del presupuesto de la asociación. Pero además de dinero, DYA Gipuzkoa, Vizcaya, Álava y Navarra precisan de «gente joven que no pase de lo que ocurre a su alrededor y que quiera engancharse a la gratificante tarea de ocupar su tiempo en los demás». SAN SEBASTIÁN. DV.
«Lo más duro es ver sufrir a los familiares y dar malas noticias»
«Base uno para Central. Atropello a un ciclista en Contadores». Nada más preguntar a Paco cuánto tiempo lleva como conductor en la DYA, una voz al otro lado de la frecuencia reclama su presencia en un accidente en el barrio de Bidebieta.
Apenas le da tiempo a decir que lleva «desde el 86» en esto, mientras sale como una exhalación junto a otro compañero, se suben en la Alfa 10, encienden la sirena y se pierden entre el tráfico.
Álvaro y Jaime se quedan en base, concretamente en la de San Sebastián, un pequeño local con sofás, una televisión y un ordenador, situado en el barrio de Amara Berri.
«Cuando no hay avisos vemos la televisión, navegamos por internet, limpiamos la ambulancia o hacemos prácticas con los nuevos», dice Álvaro, un socorrista de 32 años que tras diez años de experiencia es el responsable de la delegación más numerosa de Gipuzkoa, con cerca de 110 voluntarios. Pero lo que menos les apetece es tener una tarde tranquila. «No deseamos el mal a nadie -matiza-, pero preferimos tener algún aviso que quedarnos aquí», comentan cuando todavía les quedan unas cuantas horas para terminar el turno.
Ninguno de ellos tiene más vinculación con la atención sanitaria que la experiencia que han adquirido en los años que llevan en la ambulancia. «Yo trabajo en el campo de golf de Basozábal y hace tres años, como tenía mucho tiempo libre entre semana, arrastré conmigo a un amigo para hacer el curso», comenta Jaime.
Ahora este socorrista y conductor de ambulancia es delegado de Errenteria y, aunque no tiene todavía el extenso capítulo de experiencias que cuenta Álvaro, ya ha conocido en primera persona algunas de las dramáticas historias que luego llenan páginas de periódicos y nutren las estadísticas. «Recuerdo a un chaval de 18 años que llevaba drogándose desde los 12 y al que ya le habían quedado secuelas psíquicas para toda su vida.
Es triste ver así a gente tan joven», dice desde sus 25 años. «Los casos psiquiátricos están aumentando poco a poco, por el consumo de drogas de diseño», advierte Álvaro, que conoció en sus primeros años la etapa de las sobredosis de heroína.
Insensibilidad
Este técnico informático reconoce que «yo no me veía en esto para nada, pero empiezas, te pica el gusanillo y ». Y ahora cambia sus días libres por atender las llamadas de radio, a pesar de que no siempre su labor es reconocida. «Hay algunos que ya no sólo no te dan las gracias, sino que te chillan. La sociedad es cada vez más insensible, hay cosas de alucinar».
¿Por ejemplo? «Me acuerdo que un día, tras un partido de la Real, a un señor le dio un ataque cardíaco en un autobús. Mandamos a la gente bajar y mientras le atendíamos, con su mujer delante, nos empezaron a increpar al conductor y a mí y a decir cuándo venía otro autobús. En ese momento, reanimamos al hombre, pero murió dos días después».
Álvaro asegura que «es necesario tener la cabeza fría y mantener el tipo, saber que lo que estás haciendo está bien, aunque no puedes evitar involucrarte personalmente con algunos casos». El peor trago, coinciden ambos, «es ver el sufrimiento ajeno, el de los familiares, y comunicar malas noticias». Menos mal, apuntan ambos que Gipuzkoa es, en general, un «lugar tranquilo» donde fuera de las carreteras, «no ocurren sucesos muy graves».
Álvaro y Jaime reconocen que el voluntariado «está de capa caída» y lamentan que la hoja de turnos que tienen colgada en la pared no pueda cubrirse al 100% como antes pero saben que «si te subes a una ambulancia y cubres un aviso con final feliz», es difícil que quieras volver a bajarte de ella.
Paco, que acaba de entrar por la puerta, lleva 20 años y no tiene intención de hacerlo. «El ciclista no debía ser muy habilidoso, tenía las piernas marcadas con otras caídas anteriores».
El servicio de ayuda en emergencia cuenta este año con 406 voluntarios activos, la mayoría estudiantes La falta de efectivos ha obligado a reducir los equipos
AMAIA CHICO
Paco, Álvaro y Jaime, tres voluntarios de DYA Gipuzkoa dentro de una ambulancia situada en la base central de San Sebastián. [JOSE USOZ]
DYA GIPUZKOA
Socios: La DYA cuenta en Gipuzkoa con 406 voluntarios activos, 32 de los cuales se dedican a tareas de bienestar social. Además, un total de 36.863 personas colaboran económicamente.
Bases: Hay doce bases centrales repartidas por todo el territorio. En Donostia, Errenteria, Eibar, Azpeitia, Hernani, Tolosa, Zarautz, Hondarribia, Antzuola, Usurbil, Mutriku y Ordizia.
Flota: Cuentan con quince ambulancias de urgencia, tres medicalizadas y otras tres todo-terreno para rescates en montaña.
Cobertura: Situaciones de emergencia, prevención (eventos deportivos, conciertos ), bienestar social, protección civil (rescates, colaboración internacional ) y formación a escolares. En 2005 DYA Gipuzkoa intervino en 3.054 emergencias, con un saldo de 2.892 personas atendidas.
Más información: En el teléfono 943 46 46 22
SAN SEBASTIÁN. DV. «La mayor recompensa es el agradecimiento de una persona a la que has ayudado». Ésta es la motivación que ha impulsado a Xabier Barace a permanecer durante 16 años en la Asociación de Ayuda en Carretera DYA, de la que ahora es secretario provincial de Gipuzkoa.
Pero su dedicación, en su tiempo libre y sin más beneficio que la satisfacción personal, ha dejado de ser imitada en los últimos años por los jóvenes guipuzcoanos, de los que principalmente se nutre esta organización sin ánimo de lucro con más de 30 años de historia.
«La cifra de voluntarios ha ido descendiendo desde 1996 hasta quedarnos en los 406 colaboradores activos que tenemos hoy», explica Xabier, quien recuerda que hasta hace diez años había una media de 650 a 700 personas, muchas estudiantes, dispuestas a invertir unas cuantas horas semanales en socorrer a víctimas de caídas, accidentes, delincuencia Una pérdida de 'efectivos' que ha obligado a reducir los equipos disponibles en las doce bases repartidas por todo Gipuzkoa.
«Disponemos de ambulancias en alerta las 24 horas del día, sobre todo en Donostialdea, donde siempre hay uno o dos equipos», explica Xabier, quien reconoce que sobre todo entre semana cuesta cubrir algunos turnos.
«A veces nos retamos unos a otros para ver quién se anima a completar un turno al que igual le falta el conductor o el socorrista 'veterano' -las dos figuras indispensables-, y al final alguien siempre se anima a hacerlo».
El gusanillo que se contagian unos a otros les sirve para sacar adelante un servicio público que atiende emergencias, cubre eventos especiales como conciertos o encuentros deportivos, forma a escolares y, desde hace unos meses, realiza un servicio de bienestar social acompañando a personas mayores.
«Tenemos 32 socios dedicados específicamente a esta labor. Visitan a personas mayores o que viven solas, les acompañan a dar un paseo o simplemente hablan con ellas», explica Xabier, que además de conductor de ambulancia, de vez en cuando, también colabora con esta otra vertiente de la ayuda social. «Normalmente -matiza-, los voluntarios que realizan esta labor son personas no tan jóvenes.
«Algunos son prejubilados que todavía son muy activos y que quieren ocupar el tiempo que ahora tienen libre en pasar una tarde con alguien que agradece enormemente su compañía», dice. «Es un servicio cada vez más demandado y que nunca está cubierto al 100%, si tuviéramos 500 voluntarios, habría trabajo para los 500».
'Boy scouts' amarillos
Xabier lleva desde los 18 años cubriendo emergencias con la DYA y por ahora no ha sido capaz de desengancharse de esta «gran familia» amarilla que él mismo define como «mezcla de club de boy scouts y 'secta' (benéfica), como te dice a veces tu familia».
Su trabajo, mañana y tarde, en una tienda de Donostia le impide hacer muchos turnos. «Si hay algún accidente grave por la noche me suelen llamar, y aunque sea de presencia todas las semanas me paso». En este sentido, explica a quienes estén pensando en apuntarse que «no hay unos turnos mínimos obligatorios que cubrir, aunque normalmente se hacen por lo menos dos o tres al mes».
Los estudiantes, en este punto, suelen tener más tiempo libre y se apuntan a más guardias, cada una de ocho horas. «El perfil es de gente joven que entra con 18 ó 20 años y permanece en la DYA durante cinco o siete años», aunque siempre hay casos como el suyo que rompen la media de estancia, bien ampliándola unos años más, bien «abandonando enseguida porque no se sienten capacitados». En cualquier caso, todos acuden con «una motivación clara de ayuda a los demás».
Ése es el único requisito personal que se pide a los futuros voluntarios. La preparación la ofrecen en la propia asociación, donde todos los meses imparten cursos de socorrismo de un mes de duración en diferentes localidades de Gipuzkoa para formar no sólo a los nuevos colaboradores, sino a todo el que quiera adquirir los conocimientos mínimos de primeros auxilios.
«Cada año participan unas 450 personas, pero no todas deciden luego quedarse como voluntarias. A estos últimos, después se les dan unas clases sobre técnicas de ambulancia», indica Xabier. «Además -añade- también formamos a los que van a atender a personas mayores, cómo moverles, psicología y los propios socios activos se reciclan con nuevos cursos de vez en cuando».
Colaboración
A pesar de que DYA Gipuzkoa no está integrada en la Red de Transporte Sanitario de Urgencias (112), la asociación colabora «fluidamente» con la Dirección de Atención de Emergencias del Gobierno Vasco en situaciones de gran emergencia, catástrofes, rescates y operaciones especiales de tráfico.
«Atendemos urgencias que llegan a nuestra central y colaboramos con nuestras ambulancias de montaña (todoterrenos) cuando son accidentes de montaña o en la nieve», explica Xabier.
Además, desde hace unos años, participan en operaciones internacionales, en grandes catástrofes como los terremotos en Turquía o Irán, donde según hemos informado en anteriores ocasiones desde estas páginas, han colaborado con equipos especializados procedentes de otros países europeos.
Todo gracias a la preciada colaboración de los más de 36.000 socios que con sus aportaciones anuales «nos permiten mantenernos». Su ayuda, de hecho, representa el 80% del presupuesto de la asociación. Pero además de dinero, DYA Gipuzkoa, Vizcaya, Álava y Navarra precisan de «gente joven que no pase de lo que ocurre a su alrededor y que quiera engancharse a la gratificante tarea de ocupar su tiempo en los demás». SAN SEBASTIÁN. DV.
«Lo más duro es ver sufrir a los familiares y dar malas noticias»
«Base uno para Central. Atropello a un ciclista en Contadores». Nada más preguntar a Paco cuánto tiempo lleva como conductor en la DYA, una voz al otro lado de la frecuencia reclama su presencia en un accidente en el barrio de Bidebieta.
Apenas le da tiempo a decir que lleva «desde el 86» en esto, mientras sale como una exhalación junto a otro compañero, se suben en la Alfa 10, encienden la sirena y se pierden entre el tráfico.
Álvaro y Jaime se quedan en base, concretamente en la de San Sebastián, un pequeño local con sofás, una televisión y un ordenador, situado en el barrio de Amara Berri.
«Cuando no hay avisos vemos la televisión, navegamos por internet, limpiamos la ambulancia o hacemos prácticas con los nuevos», dice Álvaro, un socorrista de 32 años que tras diez años de experiencia es el responsable de la delegación más numerosa de Gipuzkoa, con cerca de 110 voluntarios. Pero lo que menos les apetece es tener una tarde tranquila. «No deseamos el mal a nadie -matiza-, pero preferimos tener algún aviso que quedarnos aquí», comentan cuando todavía les quedan unas cuantas horas para terminar el turno.
Ninguno de ellos tiene más vinculación con la atención sanitaria que la experiencia que han adquirido en los años que llevan en la ambulancia. «Yo trabajo en el campo de golf de Basozábal y hace tres años, como tenía mucho tiempo libre entre semana, arrastré conmigo a un amigo para hacer el curso», comenta Jaime.
Ahora este socorrista y conductor de ambulancia es delegado de Errenteria y, aunque no tiene todavía el extenso capítulo de experiencias que cuenta Álvaro, ya ha conocido en primera persona algunas de las dramáticas historias que luego llenan páginas de periódicos y nutren las estadísticas. «Recuerdo a un chaval de 18 años que llevaba drogándose desde los 12 y al que ya le habían quedado secuelas psíquicas para toda su vida.
Es triste ver así a gente tan joven», dice desde sus 25 años. «Los casos psiquiátricos están aumentando poco a poco, por el consumo de drogas de diseño», advierte Álvaro, que conoció en sus primeros años la etapa de las sobredosis de heroína.
Insensibilidad
Este técnico informático reconoce que «yo no me veía en esto para nada, pero empiezas, te pica el gusanillo y ». Y ahora cambia sus días libres por atender las llamadas de radio, a pesar de que no siempre su labor es reconocida. «Hay algunos que ya no sólo no te dan las gracias, sino que te chillan. La sociedad es cada vez más insensible, hay cosas de alucinar».
¿Por ejemplo? «Me acuerdo que un día, tras un partido de la Real, a un señor le dio un ataque cardíaco en un autobús. Mandamos a la gente bajar y mientras le atendíamos, con su mujer delante, nos empezaron a increpar al conductor y a mí y a decir cuándo venía otro autobús. En ese momento, reanimamos al hombre, pero murió dos días después».
Álvaro asegura que «es necesario tener la cabeza fría y mantener el tipo, saber que lo que estás haciendo está bien, aunque no puedes evitar involucrarte personalmente con algunos casos». El peor trago, coinciden ambos, «es ver el sufrimiento ajeno, el de los familiares, y comunicar malas noticias». Menos mal, apuntan ambos que Gipuzkoa es, en general, un «lugar tranquilo» donde fuera de las carreteras, «no ocurren sucesos muy graves».
Álvaro y Jaime reconocen que el voluntariado «está de capa caída» y lamentan que la hoja de turnos que tienen colgada en la pared no pueda cubrirse al 100% como antes pero saben que «si te subes a una ambulancia y cubres un aviso con final feliz», es difícil que quieras volver a bajarte de ella.
Paco, que acaba de entrar por la puerta, lleva 20 años y no tiene intención de hacerlo. «El ciclista no debía ser muy habilidoso, tenía las piernas marcadas con otras caídas anteriores».