tanidya
e-mergencista experimentado
SAN SEBASTIÁN. DV. Los accidentes de tráfico salpican un día sí y otro también los titulares de periódicos y telediarios. Como ocurre en otras muchas tragedias, las frías estadísticas del día a día esconden historias de mucho dolor con nombres y apellidos. La historia de la asociación Stop Accidentes se llama Ana María Campo de la Cruz, una barcelonesa que perdió a su hijo Jordi hace ocho años. El chaval esperaba con su bicicleta en un semáforo de la ciudad Condal cuando un conductor borracho lo arrolló y lo hirió de muerte. Ana María no se quedó de brazos cruzados y, «ante la impasibilidad de la justicia», pensó que debía crear una asociación de ayuda para otras familias afectadas por la «violencia vial».
Así nació el 15 de septiembre de 2000 la asociación, con más de 500 socios y que acaba de abrir una delegación en Euskadi. «Luchamos desde nuestra rebeldía para sacar del silencio a las miles de tristezas y dramas diseminados en cualquier punto kilométrico de las carreteras», aseguran. Por eso hoy, día mundial en recuerdo de las víctimas fallecidas en accidentes de tráfico, alzarán la voz con más fuerza para ayudar a las familias y exigir a las administraciones «medidas eficaces y urgentes ante una tragedia que se puede evitar». Con sus testimonios, además, quieren combatir «la indiferencia de la sociedad» ante el drama del asfalto.
ANA MARÍA CAMPO DE LA CRUZ
Cataluña
«El culpable fue a la cárcel»
Ana María Campo de la Cruz, fundadora de la asociación, no puede olvidar la fecha del 24 de enero de 1998. «Fue el día en que murió mi hijo Jordi, atropellado en pleno centro de la ciudad de Barcelona cuando practicaba su deporte favorito, la bicicleta, mientras estaba parado en un semáforo, por alguien que a las ocho y media de la mañana venía de haber pasado toda la noche de marcha con 1,19 grados de alcoholemia en sangre». Tras las investigaciones de la Policía, el infractor, «un hombre en paro con un coche prestado», fue detenido. «Prestó declaración balbuceando, debido a su borrachera y, seguidamente, fue puesto en libertad», recuerda Ana María en la web de la asociación (www.stopaccidentes.org). «Se nos aseguró -continúa su testimonio- que como las 'cosas' estaban claras, se celebraría un juicio rápido (tardó un año y medio). Fue juzgado en mayo de 1999. La sentencia fue de dos años y medio de cárcel y seis años de retirada de permiso de conducir. Lo recurrieron, lo perdieron y en julio del 2001 el Tribunal Supremo confirmó la sentencia. El 19 de septiembre del 2001 el culpable entró en la cárcel. A mi hijo lo he perdido para siempre. Esta sentencia no alivia mi pena pero sí espero que pueda servir como medida ejemplarizante».
JUAN MARÍA LERSUNDI
País Vasco
«Conducir es una actividad de riesgo»
El primer atestado que recuerda Juan María Lersundi es el de un ciclista que murió arrollado por un camión en una carretera de Vitoria. «Estaba probando una nueva bicicleta y se desequilibró hacia el lado de la carretera», cuenta el ahora delegado de la asociación en el País Vasco y director de Tráfico del Gobierno Vasco entre 1993 y 1999. «Durante aquellos años vi tantas tragedias que entendí que se podía hacer algo más por este tema». Hace poco más de un año coincidió en una charla con la presidenta de Stop Accidentes, Ana María Campo, con la que empezó a fraguar la delegación vasca. «Ella me dijo una frase que me hizo pensar: 'Si sumamos el número de fallecidos en un año en las carreteras el resultado es mayor que el número de víctimas de las dos guerras mundiales. Los accidentes son un goteo continuo que pasa desapercibido».
Lersundi se considera también una víctima de las carreteras. «Cuando hice la mili en Vitoria tuvimos un desgraciado accidente de tráfico. Ahora, hace pocos meses, mi hija se cayó con la moto. Pasó varios días en la UVI, aunque afortunadamente está bien. Los momentos que he pasado me han dejado marcado de alguna manera». La solución para reducir el número de accidentes de tráfico, dice, no es tan complicada como a veces se piensa. «Tenemos que asumir que la conducción es una actividad de riesgo a la que le hemos perdido el respeto. Sin embargo, exige responsabilidad, porque el coche puede llegar a ser una máquina de matar. Si todos los conductores tuviesen conciencia del peligro que se corre en las carreteras, bajaría la accidentalidad. Hay que hacer una gran labor de concienciación». Y para lograr ese objetivo trabaja ahora la delegación.
MARIBEL FERNÁNDEZ
Cantabria
«La conductora dice que no vio nada»
«Deseo que conozcan mi caso. Mi hijo Jonathan tenía diecisiete años cuando fue atropellado en la parada del autobús escolar en Castro Urdiales, lanzado casi sesenta metros y abandonado. Lo dejaron tirado en la cuneta herido de muerte». Maribel Fernández ha colgado también su testimonio en la web de la asociación con el objetivo de seguir luchando «para que se haga justicia». La conductora del autobús será juzgada por cometer «una falta leve». «Dice que no vio nada ni a nadie antes del impacto», asegura Fernández, que es la delegada de la asociación en Cantabria. «Mi dolor es inmenso, pero aún es mucho peor cuando a la pérdida se une la injusticia, la mentira y el engaño».
JUAN ANTONIO COBO
Aragón
«Necesitamos aprender»
Juan Antonio Cobo, director del Instituto de Medicina legal de Aragón, también colabora con Stop Accidentes. Después de 25 años de profesión, ha visto «mil familias rotas por mil muertos en accidentes de tráfico». Por eso pide «perdón por el descaro» de sus peticiones. La primera va dirigida a los políticos, que «tienen que acercarse a la realidad del sufrimiento». Les reclama que bajen las cifras de la accidentalidad, y que eliminen los puntos negros de las carreteras. También es necesario, a su juicio, que se aumenten las indemnizaciones y que «sepan dirigirse a una sociedad en la que llegar diez minutos antes es un rito aceptado».
«Si más de la mitad de los jóvenes creen que pueden conducir bajo los efectos de un porro, o un conductor está convencido de que controla perfectamente su vehículo a 150 kilómetros por hora, es que no sabemos suficiente sobre las habilidades que se necesitan para conducir. Necesitamos aprender y que nos enseñen», concluye Cobo.
TERESA CUADRO
Ermua
«El día más duro de dos familias»
El 9 de julio del año 2000 fue «el día más duro de dos familias». Sucedió en Redecilla del Camino, un pueblo de Burgos, cuenta Teresa Cuadro, miembro de una de las familias afectadas. «Isaías y Secundino cogieron sus bicicletas, como hacían casi todos los fines de semana, para dar un paseo. Hacía un precioso día. A las 10.30 horas se fueron y a las 12.00, en una recta de más de trecientos metros, pasó un conductor dando volantazos. Venía de los Sanfermines y se caía de sueño. Mató en el acto a Secundino y a Isaías lo dejó en coma, pero falleció horas después ya en el hospital». Desde aquel día, dice Cuadro, comenzó «la pesadilla».
Así nació el 15 de septiembre de 2000 la asociación, con más de 500 socios y que acaba de abrir una delegación en Euskadi. «Luchamos desde nuestra rebeldía para sacar del silencio a las miles de tristezas y dramas diseminados en cualquier punto kilométrico de las carreteras», aseguran. Por eso hoy, día mundial en recuerdo de las víctimas fallecidas en accidentes de tráfico, alzarán la voz con más fuerza para ayudar a las familias y exigir a las administraciones «medidas eficaces y urgentes ante una tragedia que se puede evitar». Con sus testimonios, además, quieren combatir «la indiferencia de la sociedad» ante el drama del asfalto.
ANA MARÍA CAMPO DE LA CRUZ
Cataluña
«El culpable fue a la cárcel»
Ana María Campo de la Cruz, fundadora de la asociación, no puede olvidar la fecha del 24 de enero de 1998. «Fue el día en que murió mi hijo Jordi, atropellado en pleno centro de la ciudad de Barcelona cuando practicaba su deporte favorito, la bicicleta, mientras estaba parado en un semáforo, por alguien que a las ocho y media de la mañana venía de haber pasado toda la noche de marcha con 1,19 grados de alcoholemia en sangre». Tras las investigaciones de la Policía, el infractor, «un hombre en paro con un coche prestado», fue detenido. «Prestó declaración balbuceando, debido a su borrachera y, seguidamente, fue puesto en libertad», recuerda Ana María en la web de la asociación (www.stopaccidentes.org). «Se nos aseguró -continúa su testimonio- que como las 'cosas' estaban claras, se celebraría un juicio rápido (tardó un año y medio). Fue juzgado en mayo de 1999. La sentencia fue de dos años y medio de cárcel y seis años de retirada de permiso de conducir. Lo recurrieron, lo perdieron y en julio del 2001 el Tribunal Supremo confirmó la sentencia. El 19 de septiembre del 2001 el culpable entró en la cárcel. A mi hijo lo he perdido para siempre. Esta sentencia no alivia mi pena pero sí espero que pueda servir como medida ejemplarizante».
JUAN MARÍA LERSUNDI
País Vasco
«Conducir es una actividad de riesgo»
El primer atestado que recuerda Juan María Lersundi es el de un ciclista que murió arrollado por un camión en una carretera de Vitoria. «Estaba probando una nueva bicicleta y se desequilibró hacia el lado de la carretera», cuenta el ahora delegado de la asociación en el País Vasco y director de Tráfico del Gobierno Vasco entre 1993 y 1999. «Durante aquellos años vi tantas tragedias que entendí que se podía hacer algo más por este tema». Hace poco más de un año coincidió en una charla con la presidenta de Stop Accidentes, Ana María Campo, con la que empezó a fraguar la delegación vasca. «Ella me dijo una frase que me hizo pensar: 'Si sumamos el número de fallecidos en un año en las carreteras el resultado es mayor que el número de víctimas de las dos guerras mundiales. Los accidentes son un goteo continuo que pasa desapercibido».
Lersundi se considera también una víctima de las carreteras. «Cuando hice la mili en Vitoria tuvimos un desgraciado accidente de tráfico. Ahora, hace pocos meses, mi hija se cayó con la moto. Pasó varios días en la UVI, aunque afortunadamente está bien. Los momentos que he pasado me han dejado marcado de alguna manera». La solución para reducir el número de accidentes de tráfico, dice, no es tan complicada como a veces se piensa. «Tenemos que asumir que la conducción es una actividad de riesgo a la que le hemos perdido el respeto. Sin embargo, exige responsabilidad, porque el coche puede llegar a ser una máquina de matar. Si todos los conductores tuviesen conciencia del peligro que se corre en las carreteras, bajaría la accidentalidad. Hay que hacer una gran labor de concienciación». Y para lograr ese objetivo trabaja ahora la delegación.
MARIBEL FERNÁNDEZ
Cantabria
«La conductora dice que no vio nada»
«Deseo que conozcan mi caso. Mi hijo Jonathan tenía diecisiete años cuando fue atropellado en la parada del autobús escolar en Castro Urdiales, lanzado casi sesenta metros y abandonado. Lo dejaron tirado en la cuneta herido de muerte». Maribel Fernández ha colgado también su testimonio en la web de la asociación con el objetivo de seguir luchando «para que se haga justicia». La conductora del autobús será juzgada por cometer «una falta leve». «Dice que no vio nada ni a nadie antes del impacto», asegura Fernández, que es la delegada de la asociación en Cantabria. «Mi dolor es inmenso, pero aún es mucho peor cuando a la pérdida se une la injusticia, la mentira y el engaño».
JUAN ANTONIO COBO
Aragón
«Necesitamos aprender»
Juan Antonio Cobo, director del Instituto de Medicina legal de Aragón, también colabora con Stop Accidentes. Después de 25 años de profesión, ha visto «mil familias rotas por mil muertos en accidentes de tráfico». Por eso pide «perdón por el descaro» de sus peticiones. La primera va dirigida a los políticos, que «tienen que acercarse a la realidad del sufrimiento». Les reclama que bajen las cifras de la accidentalidad, y que eliminen los puntos negros de las carreteras. También es necesario, a su juicio, que se aumenten las indemnizaciones y que «sepan dirigirse a una sociedad en la que llegar diez minutos antes es un rito aceptado».
«Si más de la mitad de los jóvenes creen que pueden conducir bajo los efectos de un porro, o un conductor está convencido de que controla perfectamente su vehículo a 150 kilómetros por hora, es que no sabemos suficiente sobre las habilidades que se necesitan para conducir. Necesitamos aprender y que nos enseñen», concluye Cobo.
TERESA CUADRO
Ermua
«El día más duro de dos familias»
El 9 de julio del año 2000 fue «el día más duro de dos familias». Sucedió en Redecilla del Camino, un pueblo de Burgos, cuenta Teresa Cuadro, miembro de una de las familias afectadas. «Isaías y Secundino cogieron sus bicicletas, como hacían casi todos los fines de semana, para dar un paseo. Hacía un precioso día. A las 10.30 horas se fueron y a las 12.00, en una recta de más de trecientos metros, pasó un conductor dando volantazos. Venía de los Sanfermines y se caía de sueño. Mató en el acto a Secundino y a Isaías lo dejó en coma, pero falleció horas después ya en el hospital». Desde aquel día, dice Cuadro, comenzó «la pesadilla».