tanidya
e-mergencista experimentado
Josep Jufré sufrió un grave accidente
3/9/2006 A. Bernaus
Josep Jufré, justo instantes después de sufrir el accidente
El escalofrío tiene sonido. Metálico. Y es de color rojo. Sangre sobre el pretil, sobre el quitamiedos que acota la calzada. La etapa lleva 69 kilómetros, aún no ha llegado a Quiroga y, de repente, rasga un escalofrío. Chirrido. Hielo en la espalda. El brazo derecho de Josep Jufré lanza al aire un garabato instintivo. Un gesto defensivo. Para protegerse del cuchillo, del guardarraíl. Nota el tajo y se encoge arrojado sobre el suelo. Cierra la bisagra del codo y usa el puño libre para taponar el grifo. Alarma.
El asfalto se vuelve como el pretil: rojo también. Llegan los médicos: Juan Mari Irigoyen y Txomin Grande; tres décadas en el quirófano de la Vuelta. Se asustan. “Había más de un litro de sangre en el suelo.” Y Jufré, como todos, tiene cinco. Irigoyen repasa sus pupilas. Bien. Consciente. Entonces le desdobla el brazo. Explota un surtidor. Ventilador de sangre. Horror. Hay que hacer un torniquete. Presionar el corte, de cinco centímetros de largo y tres de profundo. Tremendo. En la cara interna del codo, la blanda. Un cuchillo sobre mantequilla. “Estoy bien”, repite Jufré, el más calmado. Un auxiliar de aguja trémula le pincha el otro brazo. Le inyecta un litro de suero fisiológico. Vida.
Un descomunal susto
El remolino de voces lanza preguntas. Los médicos temen que que la sangre venga de una arteria, la humeral. Malo, malo. Recuerdan a Paquirri, al torero que se fue por otra arteria, la femoral. Un río de sangre en la pierna. “Pero en el brazo se puede hacer el torniquete.” Suben al ciclista al grito urgente de una ambulancia, hacia el hospital de Monforte. Buenas noticias. No es la arteria. Es una vena. Alivio.
La guadaña que limita la cuneta ha serrado también el tendón del bíceps. Es un daño menor, vista la sangre. Todos dominan ya el nervio, sobre todo Jufré. Es ciclista. Sabe que, como sus compañeros, es el superviviente de una curva. O de un pretil: la guillotina del asfalto. O del cruce de un perro, como Jaime Salvá en 1985. Otro médico, Fernando Astorqui, le rescató entonces cuando la sangre le coagulaba el aliento en la garganta. Así son los médicos del ciclismo y para esto sirven las transfusiones. Nada que ver con la facultad de Medicina de la operación Puerto.
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Angel Gómez ‘Litu’, de Saunier Duval, cruzó la meta herido en las rodillas y un brazo, “pero la sangre que llevo encima es de Jufré. Estábamos hablando cuando he pillado una piedra en la calzada y caí con el manillar encima del suyo. Por la inercia nos fuimos directamente sobre el guardarraíl. El rozó con el brazo y se lo cortó. Por la hemorragia vi que la herida era bastante profunda. Me asusté mucho. Llevo un buen golpe, pero lo que más me duele es que le haya hecho esto a Josep, me duele más que la ‘hostia’ que me he dado yo”.


El escalofrío tiene sonido. Metálico. Y es de color rojo. Sangre sobre el pretil, sobre el quitamiedos que acota la calzada. La etapa lleva 69 kilómetros, aún no ha llegado a Quiroga y, de repente, rasga un escalofrío. Chirrido. Hielo en la espalda. El brazo derecho de Josep Jufré lanza al aire un garabato instintivo. Un gesto defensivo. Para protegerse del cuchillo, del guardarraíl. Nota el tajo y se encoge arrojado sobre el suelo. Cierra la bisagra del codo y usa el puño libre para taponar el grifo. Alarma.
El asfalto se vuelve como el pretil: rojo también. Llegan los médicos: Juan Mari Irigoyen y Txomin Grande; tres décadas en el quirófano de la Vuelta. Se asustan. “Había más de un litro de sangre en el suelo.” Y Jufré, como todos, tiene cinco. Irigoyen repasa sus pupilas. Bien. Consciente. Entonces le desdobla el brazo. Explota un surtidor. Ventilador de sangre. Horror. Hay que hacer un torniquete. Presionar el corte, de cinco centímetros de largo y tres de profundo. Tremendo. En la cara interna del codo, la blanda. Un cuchillo sobre mantequilla. “Estoy bien”, repite Jufré, el más calmado. Un auxiliar de aguja trémula le pincha el otro brazo. Le inyecta un litro de suero fisiológico. Vida.
Un descomunal susto
El remolino de voces lanza preguntas. Los médicos temen que que la sangre venga de una arteria, la humeral. Malo, malo. Recuerdan a Paquirri, al torero que se fue por otra arteria, la femoral. Un río de sangre en la pierna. “Pero en el brazo se puede hacer el torniquete.” Suben al ciclista al grito urgente de una ambulancia, hacia el hospital de Monforte. Buenas noticias. No es la arteria. Es una vena. Alivio.
La guadaña que limita la cuneta ha serrado también el tendón del bíceps. Es un daño menor, vista la sangre. Todos dominan ya el nervio, sobre todo Jufré. Es ciclista. Sabe que, como sus compañeros, es el superviviente de una curva. O de un pretil: la guillotina del asfalto. O del cruce de un perro, como Jaime Salvá en 1985. Otro médico, Fernando Astorqui, le rescató entonces cuando la sangre le coagulaba el aliento en la garganta. Así son los médicos del ciclismo y para esto sirven las transfusiones. Nada que ver con la facultad de Medicina de la operación Puerto.
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Angel Gómez ‘Litu’, de Saunier Duval, cruzó la meta herido en las rodillas y un brazo, “pero la sangre que llevo encima es de Jufré. Estábamos hablando cuando he pillado una piedra en la calzada y caí con el manillar encima del suyo. Por la inercia nos fuimos directamente sobre el guardarraíl. El rozó con el brazo y se lo cortó. Por la hemorragia vi que la herida era bastante profunda. Me asusté mucho. Llevo un buen golpe, pero lo que más me duele es que le haya hecho esto a Josep, me duele más que la ‘hostia’ que me he dado yo”.