polvora_PC
e-mergencista experimentado
This story was published Tuesday, September 6th, 2005
Por CAIN BURDEAU, The Associated Press
NUEVAS ORLEANS (AP) - Nadie hubiera dicho que la vida del sargento Paul Accardo terminaría así: solo en medio del caos.
Escribió en una nota dirigida a quien lo encontrara que se pusiera en contacto con un camarada suyo. Fue preciso y reflexivo hasta el final. Luego se puso el caño de la pistola en la boca y disparó.
Accardo fue uno de los dos policías que se suicidaron cuando Nueva Orleans se hundió en el abismo de muerte y destrucción abierto por el huracán Katrina. Lo hallaron en un patrullero en un estacionamiento el sábado.
Lo enterraban el martes.
Cuando la vida seguía sus cauces normales, Accardo era el principal vocero del departamento. Informaba sobre asesinatos, tomas de rehenes y violaciones. Su tono reposado y expresión benigna eran conocidos en los noticieros de la televisión.
Uniforme planchado, oficina en orden, todo colocado en su lugar preciso sobre el escritorio. Así era Accardo.
Tal vez se mató porque perdió toda esperanza en devolver el orden a la ciudad, dijo el capitán Marlon Defillo, su jefe.
Un oficial de relaciones públicas convierte la sinrazón -el asesinato, la violación, el caos- en algo que el público puede entender, dijo Defillo.
Pero en Nueva Orleans, durante la semana pasada, parecía que el caos no tendría fin.
Como todos sus colegas, Accardo trabajó hasta 20 horas diarias. Se hundió en la masa de carne y hedor del estadio Superdome. Vio los cadáveres en las calles.
Defillo recuerda la tristeza de Accardo cuando no pudo ayudar a unas mujeres varadas en la autopista que imploraban que les trajera agua y alimentos. Una mujer dijo que su bebé no había bebido agua en tres días.
Incapaz de detener la locura y el dolor, Accardo se hundió en la depresión.
Accardo, que perdió su casa en la inundación, parecía un zombi, o alguien que no había dormido en un año, dijo Defillo. Pero lo mismo sucedía con los demás. Algunos policías no se presentaron a trabajar, otros entregaron sus chapas.
Por CAIN BURDEAU, The Associated Press
NUEVAS ORLEANS (AP) - Nadie hubiera dicho que la vida del sargento Paul Accardo terminaría así: solo en medio del caos.
Escribió en una nota dirigida a quien lo encontrara que se pusiera en contacto con un camarada suyo. Fue preciso y reflexivo hasta el final. Luego se puso el caño de la pistola en la boca y disparó.
Accardo fue uno de los dos policías que se suicidaron cuando Nueva Orleans se hundió en el abismo de muerte y destrucción abierto por el huracán Katrina. Lo hallaron en un patrullero en un estacionamiento el sábado.
Lo enterraban el martes.
Cuando la vida seguía sus cauces normales, Accardo era el principal vocero del departamento. Informaba sobre asesinatos, tomas de rehenes y violaciones. Su tono reposado y expresión benigna eran conocidos en los noticieros de la televisión.
Uniforme planchado, oficina en orden, todo colocado en su lugar preciso sobre el escritorio. Así era Accardo.
Tal vez se mató porque perdió toda esperanza en devolver el orden a la ciudad, dijo el capitán Marlon Defillo, su jefe.
Un oficial de relaciones públicas convierte la sinrazón -el asesinato, la violación, el caos- en algo que el público puede entender, dijo Defillo.
Pero en Nueva Orleans, durante la semana pasada, parecía que el caos no tendría fin.
Como todos sus colegas, Accardo trabajó hasta 20 horas diarias. Se hundió en la masa de carne y hedor del estadio Superdome. Vio los cadáveres en las calles.
Defillo recuerda la tristeza de Accardo cuando no pudo ayudar a unas mujeres varadas en la autopista que imploraban que les trajera agua y alimentos. Una mujer dijo que su bebé no había bebido agua en tres días.
Incapaz de detener la locura y el dolor, Accardo se hundió en la depresión.
Accardo, que perdió su casa en la inundación, parecía un zombi, o alguien que no había dormido en un año, dijo Defillo. Pero lo mismo sucedía con los demás. Algunos policías no se presentaron a trabajar, otros entregaron sus chapas.