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Al agua Trampa mortal

La mirada experta del socorrista es capaz de detectar a los bañistas de riesgo aun en casos de afluencia masivaTEXTO: PILAR QUIJADA FOTO: MIKEL PONCE
Cada año —según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS)— mueren ahogadas en nuestro país alrededor de cien personas. Y los meses de verano marcan el punto álgido de esta fatal estadística. De momento la cifra se aproxima ya al medio centenar. El fin de semana pasado, primero del mes de agosto, ha sido especialmente trágico, con diez personas ahogadas en playas, pantanos o piscinas. Dos eran niños menores, de quince y once años, respectivamente.
No hay que olvidar que, según las mismas estadísticas de la OMS, los menores, en especial por debajo de cuatro años, se ahogan en piscinas familiares o de comunidades de vecinos que carecen de vigilancia y en las que perder de vista a los niños tan solo unos segundos puede ser fatal. De ahí la importancia de enseñarles a nadar cuanto antes siguiendo la tendencia actual.
Como recuerda el doctor Carlos Urquía, responsable del Plan de Salud de Cruz Roja Española, con frecuencia olvidamos que el agua no es nuestro medio natural y que en cuestión de segundos nos puede poner en una situación muy comprometida.
Explica este experto que los principales factores de riesgo que hemos de tener en cuenta para disfrutar con seguridad del agua son el ahogamiento y la hidrocución o corte de digestión.
Respecto al primero, Urquía recomienda no confiarse y no perder el respeto al agua: «Aunque sepamos nadar, si nos vemos inmersos en una corriente o remolino nos vamos a asustar, y en esa condición de estrés y miedo nuestras fuerzas físicas no son las mismas. Y si además no hacemos pie, una buena parte de la fuerza muscular la tenemos que dedicar a mantenernos a flote con la cabeza fuera del agua para poder respirar. Algo aún más complicado en el mar, con el oleaje. Es probable que no seamos capaces de hacerlo y tengan que entrar a buscarnos». Con el riesgo añadido que supone para el rescatador, como también hemos podido constatar tristemente el pasado fin de semana. Ni el socorrista más experto ofrece su mano a una persona muy nerviosa en riesgo de ahogarse, sino la «lata», una boya en forma de torpedo usado como autoprotección que da flotabilidad.
Sentido común
El segundo factor de riesgo es el corte de digestión, que contrariamente a lo que muchos piensan no está pasado de moda: «Especialmente en días de mucho calor, en los que hemos estado expuestos al sol, la piel puede estar a 38 ó 39 grados. Si el agua está a unos 20 y entramos bruscamente, el contraste de temperatura puede provocar una vasoconstricción generalizada que disminuye la capacidad del corazón para hacer llegar oxígeno al cerebro, y esto puede llevar a la inconsciencia y la parada cardiorrespiratoria». Y tras una comida copiosa, la ingesta de alcohol u otras sustancias, la capacidad de respuesta del organismo es aún menor.
Para evitar estos accidentes no hay consejos novedosos. Son las precauciones de sentido común de toda la vida y que sorprendentemente parecemos olvidar aunque seguirlas evita que pongamos nuestra vida en peligro.
Unas precauciones que, cuando se trata del mar, un lago o pantano —cuyas caracteríticas de profundidad y corrientes no conocemos— hemos de extremar: «Si queremos nadar, hagámoslo paralelamente a la orilla en lugar de adentrarnos, para que el agua no sobrepase la altura de la cintura. Y a la hora del baño respetemos la digestión y entremos poco apoco en el agua: mojando primero las muñecas, el abdomen, la nuca... Lo que hemos visto hacer tantas veces a nuestros padres y abuelos, y que sirve para aclimatar nuestro cuerpo a la temperatura del agua», aconseja Urquía.
A las cifras de personas que mueren ahogadas hay que añadir las de lesionados medulares como consecuencia de zambullidas inadecuadas. La Federación Nacional de de Asociaciones de Lesionados Medulares recuerda cada verano que lanzarse al agua de cabeza provoca cada año cerca de medio centenar de lesiones de la columna cervical con rotura de médula, con la consiguiente pérdida de movimiento. Una lesión que se produce fundamentalmente en varones con edades comprendidas entre 15 y 25 años.
Para concienciarnos de la importancia de disfrutar del tiempo de ocio y diversión con el mínimo riesgo, desde hace cinco años Cruz Roja pone en marcha la campaña «Prevenir es vivir». En esta ocasión han elegido como lema «Este verano en el agua quiérete mucho». En opinión de Urquía, «es necesario que la gente adquiera una cultura de prevención, que es un signo de evolución de las sociedades avanzadas. En el ocio tenemos todos una responsabilidad y hemos de ser copartícipes de la prevención. Los servicios públicos y de emergencias son cada vez mejores y pueden atender situaciones que hace años eran impensables, pero nosotros tenemos que poner algo de nuestra parte. Desde Cruz Roja apostamos por ello».
En la mayoría de los casos los que han de poner remedio a estas y otras imprudencias —como el baño con bandera roja en el mar— son los socorristas, en ocasiones arriesgando también su vida. «Es importante que los bañistas sigan las recomendaciones de los socorristas. La parte más conocida de su labor, el rescate, es a la que no habría que llegar nunca», advierte Urquía.
En buenas manos
Y es que, como recuerda este experto, hoy en día la tendencia de nuestros «vigilantes de la playa» o la piscina, como en la célebre serie, es no ser tan socorristas —en el sentido de rescatadores— sino hacer una labor más preventiva y de vigilancia. Una vigilancia que se lleva a cabo desde posiciones estrátegicas que permitan la mejor visibilidad posible y que cada vez se complementa con mejores medidas de apoyo: «En una playa de 2 kilómetros y en un fin de semana de verano puede haber entre cincuenta y sesenta personas entre socorristas, patrones de embarcación, conductores de ambulancia, personal médico, etc».
Sin embargo, viendo imagenes de playas tan concurridas como la de la Malvarrosa, en Valencia, el pasado fin de semana, surge la duda razonable de si la mirada del socorrista, por muy experta que sea, no se pierde entre tanta gente. Urquía explica que una forma de evitarlo es localizar a los bañistas más vulnerables: niños pequeños, personas mayores y aquellos que llevan algún «artefacto flotante», como colchonetas o flotadores. O personas que por su aspecto hacen pensar que no son buenos nadadores —los que se meten al agua con prendas que no son de baño, con gafas de sol, pamelas, etc—: «Se sobreentiende que no saben nadar y que sólo se acercan al agua para referescarse. Si se adentran hasta donde el agua supere la cintura pueden tener problemas si tropiezan o les tira una ola», explica Urquía.
El respeto a las banderas que indican el estado del mar es también fundamental: «Porque no se ponen de forma gratuita ni tienen que ver únicamente con el oleaje. Una bandera amarilla con el mar en aparente calma, puede estar indicando corrientes que no se aprecian desde la orilla pero que las personas encargadas de la vigilancia detectan desde sus puestos y habrá que extremar las precauciones». Unas recomendaciones que algunas personas tienden a saltarse, amparándose en que hay un cierto vacío legal. Aunque algunos Ayuntamientos —que son los que tienen la competencia de seguridad en las playas— están destinando ya policías locales para reforzar la labor del socorrista y multar a quienes incumplan sus recomendaciones. «La mitad de los ahogamientos que han ocurrido en estos días en Levante han sido fuera del horario de vigilancia de la playa», recuerda Urquiza.
Socorristas con autoridad
En opinión de Jesús Troyano, presidente de la Federación de Salvamento y Socorrismo de la Comunidad Valenciana, no hay que descartar la idea de que los socorristas pertenezcan en el futuro a un Cuerpo especial con autoridad para hacer cumplir sus recomendaciones y sancionar a quienes las incumplan, como ocurre con los agentes municipales.
Y respecto a las playas que no tienen vigilancia, en opinión de ambos expertos, lo mejor es evitarlas. No obstante, Troyano apunta que cuando en una piscina hay un ahogamiento se buscan las responsabilidades, pero cuando en una playa sin vigilancia ocurre algo así no hay un responsable directo. Troyano hace hincapié en la necesidad de poner en marcha campañas preventivas como las que se hacen para disminuir los accidentes de tráfico. Cien vidas al año, bien valen un anuncio.<SC70,75>
 
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