tanidya
e-mergencista experimentado
Mañana se cumplen diez años de la tragedia del cámping Las Nieves. Los familiares de quienes perdieron la vida mantienen vivo el recuerdo de lo sucedido.
eL aniversario de tan fatídico día se cumple mañana, jornada en la que se produjo lo que se considera la catástrofe natural más grave de los últimos 35 años en España, que causó la muerte de 87 personas, (siete de ellas de Navarra) 200 heridos y más de 4,21 millones de euros en pérdidas materiales.
La fuerza del agua arrastró piedras y árboles que arrasaron las instalaciones del cámping y los vehículos que se encontraban en el barroco de Arás.
Lugar, cámping Las Nieves. Situación, barranco de Arás, en el municipio de Biescas. Hora, las 19.00. Unos segundos antes, toda la marea inmensa de agua había sido recogida por la cuenca de este cauce de montaña durante una tormenta que acababa de descargar. Se precipitaría a gran velocidad hacia donde se encontraban los campistas.
Nada hacía prever entonces a las más de seiscientas personas que veraneaban en el cámping que la lluvia que caía sobre la zona estaba alcanzando una intensidad insólita sobre el barranco de Arás, una inmensa cuenca de 18 kilómetros cuadrados de superficie que desembocaba, a través de un estrecho cuello de botella, en las menos de treinta hectáreas de terreno ocupadas por las instalaciones de los acampados.
Durante más de una hora, según análisis posteriores de los expertos, cayeron sobre la cuenca de Arás más de cuatrocientos litros por metro cuadrado, caudal que fueron recogiendo las distintas subcuencas y brazos del barranco para concentrarlo, con letal intensidad y de forma simultánea, en el cauce principal.
Sobre las 19.00 horas descendió a través de boca de desagüe del barranco una primera corriente de agua que cubrió el suelo del cámping y que hizo presagiar a muchos de los veraneantes la trageida que ocurriría poco después.
Agua, piedra y árboles
Instantes después, un río de enormes piedras, árboles arrancados, fango y maleza se precipitaba
de forma vertiginosa por el barranco y se abría como una ola de tifón caribeño sobre las instalaciones del cámping, en cuyo interior aguardaba inquieta la gente el final de la tormenta.
La riada arrastró como juguetes, durante los cinco minutos en que tardó en dispersar su furia hacia el río Gállego, a tiendas de campaña, caravanas, automóviles, objetos y personas.
Muchos de los campistas no tuvieron tiempo de enterarse de lo que ocurría y otros se enfrentaron a una larga odisea para salvar su vida de las aguas, entre gritos de angustia, llantos y oscuridad.
Familias enteras se vieron arrastradas por el agua, y personas de todas las edades se agarraron árboles para salvar su vidas, esconderse en el pequeño hueco de un remolque convertible o, simplemente, nadar.
Paisaje de desolación
Aunque las labores de rescate se iniciaron con rapidez y congregaron a numerosas personas que de forma espontánea quisieron mostrar su solidaridad con los afectados, la verdadera dimensión de la tragedia no se pudo percibir hasta el día siguiente.
La mañana mostró un paisaje de desolación en el que confluían la labor del personal de protección civil para desenterrar del barro cadáveres con el deambular aturdido de campistas en busca de familiares, entre vehículos desparramados sobre los alrededores, fango y objetos personales arrastrados por el agua. Poco después, la prensa desvelaba el contenido de un informe elaborado diez años antes por un técnico del Gobierno aragonés, Emilio Pérez Bujarrabal, en el que se alertaba del riesgo que suponía la ubicación de unas instalaciones frágiles, como las de un cámping en el cono de deyección del barranco de Arás.
eL aniversario de tan fatídico día se cumple mañana, jornada en la que se produjo lo que se considera la catástrofe natural más grave de los últimos 35 años en España, que causó la muerte de 87 personas, (siete de ellas de Navarra) 200 heridos y más de 4,21 millones de euros en pérdidas materiales.




La fuerza del agua arrastró piedras y árboles que arrasaron las instalaciones del cámping y los vehículos que se encontraban en el barroco de Arás.
Lugar, cámping Las Nieves. Situación, barranco de Arás, en el municipio de Biescas. Hora, las 19.00. Unos segundos antes, toda la marea inmensa de agua había sido recogida por la cuenca de este cauce de montaña durante una tormenta que acababa de descargar. Se precipitaría a gran velocidad hacia donde se encontraban los campistas.
Nada hacía prever entonces a las más de seiscientas personas que veraneaban en el cámping que la lluvia que caía sobre la zona estaba alcanzando una intensidad insólita sobre el barranco de Arás, una inmensa cuenca de 18 kilómetros cuadrados de superficie que desembocaba, a través de un estrecho cuello de botella, en las menos de treinta hectáreas de terreno ocupadas por las instalaciones de los acampados.
Durante más de una hora, según análisis posteriores de los expertos, cayeron sobre la cuenca de Arás más de cuatrocientos litros por metro cuadrado, caudal que fueron recogiendo las distintas subcuencas y brazos del barranco para concentrarlo, con letal intensidad y de forma simultánea, en el cauce principal.
Sobre las 19.00 horas descendió a través de boca de desagüe del barranco una primera corriente de agua que cubrió el suelo del cámping y que hizo presagiar a muchos de los veraneantes la trageida que ocurriría poco después.
Agua, piedra y árboles
Instantes después, un río de enormes piedras, árboles arrancados, fango y maleza se precipitaba
de forma vertiginosa por el barranco y se abría como una ola de tifón caribeño sobre las instalaciones del cámping, en cuyo interior aguardaba inquieta la gente el final de la tormenta.
La riada arrastró como juguetes, durante los cinco minutos en que tardó en dispersar su furia hacia el río Gállego, a tiendas de campaña, caravanas, automóviles, objetos y personas.
Muchos de los campistas no tuvieron tiempo de enterarse de lo que ocurría y otros se enfrentaron a una larga odisea para salvar su vida de las aguas, entre gritos de angustia, llantos y oscuridad.
Familias enteras se vieron arrastradas por el agua, y personas de todas las edades se agarraron árboles para salvar su vidas, esconderse en el pequeño hueco de un remolque convertible o, simplemente, nadar.
Paisaje de desolación
Aunque las labores de rescate se iniciaron con rapidez y congregaron a numerosas personas que de forma espontánea quisieron mostrar su solidaridad con los afectados, la verdadera dimensión de la tragedia no se pudo percibir hasta el día siguiente.
La mañana mostró un paisaje de desolación en el que confluían la labor del personal de protección civil para desenterrar del barro cadáveres con el deambular aturdido de campistas en busca de familiares, entre vehículos desparramados sobre los alrededores, fango y objetos personales arrastrados por el agua. Poco después, la prensa desvelaba el contenido de un informe elaborado diez años antes por un técnico del Gobierno aragonés, Emilio Pérez Bujarrabal, en el que se alertaba del riesgo que suponía la ubicación de unas instalaciones frágiles, como las de un cámping en el cono de deyección del barranco de Arás.