[Sentimientos] ATENTADO.

Estado
Cerrado para nuevas respuestas
desgraciadamente ese dia pasara a la historia de españa por lo sucedido, pero lo unico que me levanta,personalmente la moral, es la unidad de todos los servicios de emergencia de españa,como voluntario de cruz roja que soy, estoy orgulloso de ver como gente de logroño,cataluña,asturias,galicia y un etc muuy largo se movilizo y desplazo hasta madrid para ayudar a las victimas y afectados.
saludos desde madrid.
desgraciadamente estuve alli, y ese es mi unico consuelo
 
A pie de impacto...

La Razón dijo:
Vanessa Martín, enfermera del Summa

Relata cómo vivió en primera línea el 11-M, pero también el antes y el después

Fue la primera enfermera en llegar al tren reventado por los terroristas en la calle Téllez. Atendió a decenas de heridos en el polideportivo Daoiz y Velarde, y a otras tantas familias rotas en el tanatorio sur y en el cementerio de la Almudena. Vanessa Martín no olvida, pero ya ha logrado romper a llorar. Éste es su relato.

Los servicios de emergencia madrileños pueden sentirse orgullosos de su trabajo durante el 11-M porque hasta los médicos más críticos de las urgencias hospitalarias han reconocido que los heridos llegaban estables a los centros.

Vanessa Martín aún no ha podido quitarse el lazo negro del uniforme, ni comer carne ni reír sin sentirse culpable. El jueves empezó la terapia psicológica que necesitan todos los que vivieron de cerca el horror de la matanza terrorista del 11-M. Vanessa Martín ha tardado dos semanas en poder llorar a pesar de ser una experimentaba enfermera de urgencia vocacional. La pasión por vivir subida a una ambulancia le nació casi en la cuna porque su padre también trabaja en el ámbito de las emergencias.

«Nací hace 26 años en Alcalá de Henares, pero vivo en Guadalajara desde hace unos meses, con mi novio, que es enfermero.

Yo quise ser enfermera desde los seis años y a los quince hice un curso de formación en transporte sanitario (entonces no existían los técnicos de emergencias ni nada parecido) y entré de voluntaria en Cruz Roja. Mi padre tuvo que firmarme una autorización porque era menor de edad. Aquello era mi pasión, estaba encantada. Más adelante, estudié enfermería en la Universidad de Alcalá de Henares con el único propósito de poder formar parte del Summa (Servicio de Urgencias Médicas de Madrid). Empecé en la unidad de asistencia domiciliaria, pero luego hice el curso de experto en urgencias y emergencias y me incorporé al servicio de UVI móvil, en el que llevó ya tres años. Trabajo con un médico y un técnico en el VIR (vehículo de intervención rápida) de Valdemoro.

Todos los VIR del Summa salen del centro coordinador del servicio, en el madrileño barrio de Legazpi. Empezamos a trabajar a las ocho, así que el día de los atentados terroristas, el 11-M, salí hacia Atocha desde el centro coordinador.

El día anterior al 11-M, estuve en casa, tranquila. No me tocaba trabajar. Creo que comí con mi madre y luego tomé café con una amiga. Por la tarde, estuve en casa de mis padres. Un miércoles normal. Me acosté entre las doce y la una, y me levanté a las seis de la mañana. Madrugo mucho porque vengo a trabajar en coche. No me gusta el transporte público y desde Guadalajara hasta aquí tardó casi una hora. Me duché, me vestí y desayuné como cualquier otro día, pero esa mañana me cundió mucho. Era como si el tiempo no pasara. Salí de casa antes de lo habitual y también llegué al trabajo antes de lo que suelo hacerlo.

Estaba en el centro a las 7:40. Aparqué y me encontré con dos compañeros, Carmen (conductora) y Ángel (enfermero), que iban a tomar café. Fui con ellos a la cafetería La Reja, que es donde desayunamos siempre y nos conocen. Carmen ya había recogido su VIR en el centro y con él le habían entregado el teléfono móvil del trabajo. Ella es muy responsable y, aunque era temprano y se podía haber metido el móvil apagado en el bolsillo, lo encendió.

«¿Corre, están todos muertos!»

A medio café, sonó el teléfono y pensamos ¿qué pesados, si todavía no es la hora! . A Carmen le cambió la cara después de contestar la llamada. Habíamos visto pasar varios coches de la secreta con el rotativo puesto. Atamos cabos y supimos que había pasado algo gordo.

¿Un atentado! ¿Vanessa, corre! , me gritó Carmen. Nosotros no corremos nunca, andamos deprisa, pero con orden porque no te puedes tirar de la ambulancia en un accidente de tráfico por mucha prisa que lleves. Hay que cumplir las normas de seguridad porque si nos pasa algo a nosotros, no sólo no podemos ayudar sino que nos tienen que atender también. Debemos controlar los nervios y no salir corriendo sin mirar si te va a caer una viga en la cabeza.

Salimos de la cafetería La Reja corriendo y en 20 segundos estábamos los tres en el centro. Los compañeros aún se estaban cambiando de ropa en los vestuarios. Me asomé a la sala de control y le pregunté al locutor: David, ¿tengo que ir yo también? , no fuera que montáramos el numerito y saliéramos todos los VIR sin necesidad.

David me conoce desde hace muchos años, desde que trabajamos juntos en Cruz Roja, y me dijo que cogiera un médico, un conductor, un coche y saliera pitando hacia Atocha. Todavía creía que era un atentado con coche bomba, que es igualmente horrible.

Un atentado, busca un médico que nos vamos , le dije a Carlos Méndez, el conductor del VIR de Villarejo que estaba ya preparado para salir. Llegó el doctor Carlos Gaudioso y nos fuimos hacia Atocha. Mientras subíamos por la calle Embajadores, nos encontramos con equipos de todos los servicios. Ambulancias, UVI, policías nacionales, policías municipales... todo el mundo con cara de espanto.

El gesto de horror en las caras de mis compañeros de la UVI cuatro del Summa que estaba en Atocha era muy elocuente. Son gente muy experimentada y me impactó mirarles porque me decían que aquello era muy malo. Creo que fue un policía municipal el que nos dijo que fuéramos a la calle Téllez porque allí iban a montar un PMA (puesto médico avanzado). Aún no sabía que habían estallado más bombas que la de Atocha. Un coche patrulla de la Policía Municipal nos llevó hasta el sitio donde estaba el tren reventado.

Al llegar, no podíamos ver el tren porque un muro y una alambrada nos lo tapaban. Entonces empezó a salir gente herida por un hueco que los bomberos habían abierto en la valla y pensé que venían de la cola del mismo tren de la estación. Un bombero nos hizo señas para que nos acercáramos y según íbamos hacia él nos cruzábamos con personas heridas, traumatizadas, que no nos hablaban ni parecían saber dónde estaban. Entonces vimos el tren.

¿Madre mía, era otro tren! Le dije a una chica ensangrentada que siguiera andando y ella me contestó: Y tú corre, corre, que están todos muertos .

Corrí aún más, con el maletín en la mano, y al llegar me tuvieron que ayudar dos bomberos a subir al primer vagón (había cuatro vagones reventados) porque allí no había andén ni se había abierto el escalón. Entre los hierros y los cuerpos, apenas podía andar. No se oía nada. Nadie pedía ayuda ni se quejaba.

Sólo oí algún móvil porque todavía no habían activado los inhibidores de frecuencia. Había muy pocas personas con vida allí dentro. Les indicamos a los bomberos a cuáles podían sacar y ellos lo hicieron usando las estructuras más rectas del tren porque nos faltaban camillas.

Arrancaban con sus propias manos las puertas y los maleteros para utilizarlos como camillas. Así sacamos al primer evacuado, un hombre que respiraba con mucha dificultad. Una voz nos llamó desde fuera. Era un varón herido, cubierto de sangre, que decía ser médico y nos pedía que evacuáramos a otro hombre que estaba entre los matorrales porque tenía un trauma torácico severo.

Mientras los bomberos evacuaban a ese herido, volví a subir al tren porque me pareció ver a alguien moverse, pero la Policía nos dijo que teníamos que irnos, que había más bombas. No hicimos caso e intentamos acceder al segundo vagón por si había alguien con vida. La Policía volvió a decirnos que o nos marchábamos o nos moríamos todos allí. Nos miramos y decidimos que nos iríamos rodeando el tren por si, en el recorrido, veíamos u oíamos a alguien vivo y podíamos llevárnoslo. Silencio y quietud total.

Sólo rompían ese ambiente de muerte los heridos leves que se habían quedado a un lado de la vía por si podían ayudar. Increíble. Un hombre me preguntó dónde podía donar sangre. Al mirarlo, no pude ver su cara, sólo su sangre.

No quiero mirar las listas

Con todo el dolor de nuestro corazón, tuvimos que marcharnos con los heridos, los bomberos, los policías... todos. Es una ley en la emergencia porque esta gente indeseable suele poner bombas para los sanitarios, policías, bomberos... pero nos costó muchísimo. Cuando salíamos, entraron los Tedax y desactivaron tres bombas.

Los Tedax nos salvaron la vida a nosotros y a los heridos leves. Todos fuimos entonces al polideportivo Daoiz y Velarde, donde se había montado un hospital de campaña. Allí murió uno de los dos hombres que habíamos evacuado del tren. Del otro no sé qué ha sido. No me he atrevido aún a mirar la lista de fallecidos. Sé su nombre y el de otros heridos que atendí. Se lo preguntaba porque les tranquiliza mucho que les llames por su nombre. Lo malo es cuando ellos se aprenden el tuyo porque te rompen la coraza que llevas puesta y eres más vulnerable.

Mi nombre se lo aprendieron porque, además de con el doctor Gaudioso, trabajé con un traumatólogo que vino voluntariamente de paisano con unos guantes de látex y me llamaba cada rato para que cogiera vías. Sólo sé de él que se llama Ricardo y ya es mucho más de lo que sé del montón de profesionales que se presentaron allí voluntariamente.

Hicieron un trabajo maravilloso, no sólo los voluntarios, sino también los ciudadanos corrientes que se ofrecían a ayudar. Nosotros sólo teníamos una ventaja: la experiencia de haber trabajado muchos años en la calle que siempre es muy caótico. Aunque un caos como aquel nunca lo habíamos visto. Parecía una película, una escena de guerra, y tuvimos que tomar decisiones dificilísimas en décimas de segundo.

Cuatro amigas en los trenes

El hospital de campaña se despejó pasadas las nueve y media, hora en la que todos los heridos estaban ya en los hospitales y nosotros volvimos al centro. Nos juntamos todos los compañeros en la puerta, nos abrazamos, habíamos dejado atrás cuatro escenario de guerra en Atocha, Téllez, Santa Eugenia y el Pozo. Me di cuenta de que aún llevaba el casco puesto y, al quitármelo, reparé en los ojos de pánico de mis compañeros. Ni siquiera los que habían estado en guerras recientes recordaban nada igual.

La tarde la pasé en mi puesto de trabajo en Valdemoro, pero no fue igual a otras tardes. No sonó el teléfono, ni una emergencia. Estuvimos tranquilos, enganchados a la televisión, pensando que aquello era irreal. Luego fui a casa de mis padres, recordé que casi todos los que había atendido tenían menos de treinta años, menos mal que no conocía a ninguno a pesar de haber vivido en Alcalá y en Guadalajara... qué horror. Ahora sé que sí conocía a algunos de los heridos. Cuatro amigas mías iban en los trenes. Una de ellas está todavía muy malita.

Con los heridos ya en los hospitales, llegó para nosotros el momento de los familiares de los muertos. El día después del 11-M, estuve atendiéndolos en el tanatorio sur y el viernes en el cementerio de la Almudena. Pasé allí toda la noche, no porque fuera imprescindible sino porque no podía estar en mi casa. Necesitaba estar allí aunque sólo fuera por si hacía falta en algún momento, para darle un café a un compañero o a uno de los muchos psicólogos voluntarios que pasaron horas sin dormir o a uno de los forenses o de los policías de la Científica que estaba exhaustos.

No dormí, pero mereció la pena estar en la Almudena. Tanto los que estaban trabajando como los familiares llevaban dos días sufriendo porque ya eran pocos los cadáveres que quedaban por identificar. Ver 48 horas de intensísimo dolor en los rostros de las familias de las víctimas me ha ayudado porque he entendido que mi sufrimiento es infinitamente menor.

Los familiares y en general todo el pueblo de Madrid, que se ha portado de maravilla, se merecen un homenaje mucho más que nosotros (médicos, enfermeros, técnicos, policías, bomberos, psicólogos, forenses, empleados funerarios, ferroviarios...), que no hicimos más que nuestro trabajo.

El homenaje de hoy (por el jueves) en la Puerta del Sol a todos los que trabajamos el 11-M ha sido espectacular, se me han puesto los pelos de punta y he llorado varias veces, cuando han puesto en las pantallas Gracias a todos y cuando ha sonado el réquiem de Mozart.

La primera vez que lloré desde los atentados fue ayer (por el miércoles). Me ha costado dos semanas llorar y aún hay cosas que no puedo hacer. No puedo quitarme el lazo negro del uniforme, ni comer carne, ni reírme. Me siento culpable si me lo paso bien o bromeo. Me acuerdo de los familiares, sobre todo de los más jóvenes. Los novios y novias, los matrimonios recientes que se despidieron con un beso por la mañana y no se volverán a ver... Me siento ñoña por llorar, pero los psicólogos me dicen que es normal y que es bueno, que tengo que llorar y que contar todo lo que siento.
El domingo, día de las elecciones generales, sentí que ya no podía hacer nada más, que sólo quedaba el aspecto psicológico de las víctimas y familiares. Me quedé en casa enganchada a la televisión, no me bajaba del carro. Quería saber más, ver más... Emocionalmente, estaba tocada, como todos.

Hoy he empezado la terapia psicológica. Han sido tres horas de descarga emocional. Es el principio de la recuperación como el homenaje ha sido el cierre, el final, de unos días durísimos aunque, la verdad, el mejor homenaje es que un familiar te dé las gracias o un herido te sonría. Eso es lo único bueno de toda esta tragedia, lo que hace que mi trabajo merezca la pena y lo que me reafirma en mi vocación. Hoy estoy más convencida que nunca de que quiero ser enfermera de emergencia.

Nunca el olvido

Los cursos de catástrofes, de emergencias, han cobrado un atractivo aún mayor para mí. Después del 11-M, no creo que vea nada peor, espero no tener que intervenir en nada parecido, pero soy muy perfeccionista y quiero estar aún mejor preparada. Sé que lo hemos hecho bien, pero siempre hay algo que puedes mejorar. Ahora es diferente.

En el plano personal, veo las cosas de forma diferente. Le doy menos importancia a las cosas. He visto la matanza muy de cerca y además todas las víctimas eran del corredor del Henares, de mi pueblo y de la ciudad en la que vivo. Por eso, hoy le quito importancia a casi todo y sólo se la doy a lo que realmente la tiene, por ejemplo, al recuerdo de las víctimas. Para sus familiares es muy importante que no olvidemos. Volveré a reír y a vivir con normalidad, pero nunca olvidaré a estas víctimas, como tampoco olvidaré a las más de 900 víctimas de ETA».

Fuente: La Razón
28/03/2004

Otro impactante punto de vista.

Un Abrazo
 
Leér esto después de tanto tiempo sólo me ha servido para saber que no lo he superado, aunque no estuve allí, aunque no perdí a nadie, aún continúo sintiendo una profunda admiración por quienes participaron, y me sigue doliendo la rabia y la impotencia de no haber podido ayudar.
 
Condena y repulsa tras aniversario 11-S y seis meses 11-M

Hoy se cumplen tres años de la masacre ocurrida en la EE.UU.; El atentado contra las Torres Gemelas...

Desde aquí mostrar mi más sentido pesar a todos los familiares de las víctimas de tan brutal masacre.

Seguiremos luchando para mejorar nuestra profesionalidad para ofrecer lo mejor de cada uno de nosotros, pero creo que nunca podremos estar preparados para admitir tales acciones que se imponene en pleno siglo XXI.

Sin ir más lejos, recordar y dar ánimos a los afectados por la masacre en España del 11-M... mucho más que una fecha... UN SENTIMIENTO.

Un fuerte Abrazo.

Noticia 11-S

Noticia 11-M
 
No había leido hasta hoy el artículo de La Razón y me ha impresionado mucho, casi se me saltan las lagrimas. Además al conocer y haber trabajado con Vanessa me ha impresionado aún más pues siempre ha sido una persona muy alegre y que contagiaba su alegria.
 
Hola a todos:
He leido el reportaje del periodico La razon cuando se cumplen 6 meses del atentando del 11M y 3 años del 11S. Todavia hoy me cuesta contener las lagrimas por muchos motivos.
Muchas gracias por vuestro apoyo a todos,vuestras palabras ayudan a seguir adelante.
De todo corazon MUCHAS GRACIAS.
 
Estado
Cerrado para nuevas respuestas
Atrás
Arriba