JORGE SECO
e-mergencista experimentado
" Abu pupa y blanco".
Con estas palabras, una niña de dos años de un pueblo de La Coruña (Galicia), salvó a su abuelo de 65 años que se había despeñado por un terraplen.
A primera hora de la tarde, tras sufrir un desvanecimiento, cuando se dirigía a un prado a llevar a pastar las ovejas, se despeñó por un barranco de unos diez metros de altura. A escasa distancia le seguía la pequeña, que vio caer a su abuelo y se acercó al lugar en que yacía la víctima. La niña observó cómo el hombre intentaba recuperarse e iniciar el ascenso, pero la altura del precipicio, la falta de fuerzas y las heridas producidas en la caída impidieron que prosperase con éxito la subida. Incluso volvió a perder pie y caerse sufriendo esta vez lesiones de consideración en la cabeza y las extremidades, por donde sangraba de forma abundante.
La niña lo llamó en varias ocasiones, pero ante la falta de respuesta de su abuelo decidió salir corriendo a buscar ayuda. Por fin se dirigió a su casa, que se encuentra a unos setenta metros del lugar donde el hombre permanecía tendido.
La pequeña llegó a la vivienda y contó a su abuela que el abuelo estaba herido: «Abu pupa y blanco». La mujer -que entendió enseguida que ella aludía a que había sufrido algún daño y que estaba pálido- no lo dudó un minuto y acompañó a la niña, que le señaló en todo momento qué camino seguir -una pista estrecha que linda con el barranco- y hasta el lugar exacto donde se hallaba.
La esposa de la víctima solicitó ayuda a los vecinos, pero ante el estado de semiinconsciencia en que se encontraba el herido llamaron al servicio de emergencias 112, que a su vez alertó de la situación a los equipos de socorro de la zona y a los bomberos de Betanzos.
Una unidad contraincendios se desplazó hasta el lugar. Los bomberos descendieron al fondo del barranco y estudiaron la situación de la víctima y su estado físico, exploraron las heridas y analizaron las posibles opciones para izar al lesionado sin correr riesgos de causarle mayores daños.
Los miembros del equipo contraincendios decidieron inmovilizarlo y colocarlo en una camilla, afianzado con unos arneses. Una vez que aseguraron al herido, iniciaron el ascenso hasta el estrecho camino, donde ya esperaba una ambulancia que trasladó al hombre hasta el Hospital Juan Canalejo, de A Coruña.
Tras el suceso, la pequeña se encontraba muy nerviosa y preocupada: «Caéronlle algunhas bágoas», contó la abuela. Para tratar de tranquilizarla, su familia le permitió disfrutar del juguete que más le gusta: «Góstanlle moito os animais, pero sobre todo tenlle especial cariño a un coelliño e hoxe deixámoslle xogar con el canto quixera para tratar de calmala», subrayó la mujer.
Con estas palabras, una niña de dos años de un pueblo de La Coruña (Galicia), salvó a su abuelo de 65 años que se había despeñado por un terraplen.
A primera hora de la tarde, tras sufrir un desvanecimiento, cuando se dirigía a un prado a llevar a pastar las ovejas, se despeñó por un barranco de unos diez metros de altura. A escasa distancia le seguía la pequeña, que vio caer a su abuelo y se acercó al lugar en que yacía la víctima. La niña observó cómo el hombre intentaba recuperarse e iniciar el ascenso, pero la altura del precipicio, la falta de fuerzas y las heridas producidas en la caída impidieron que prosperase con éxito la subida. Incluso volvió a perder pie y caerse sufriendo esta vez lesiones de consideración en la cabeza y las extremidades, por donde sangraba de forma abundante.
La niña lo llamó en varias ocasiones, pero ante la falta de respuesta de su abuelo decidió salir corriendo a buscar ayuda. Por fin se dirigió a su casa, que se encuentra a unos setenta metros del lugar donde el hombre permanecía tendido.
La pequeña llegó a la vivienda y contó a su abuela que el abuelo estaba herido: «Abu pupa y blanco». La mujer -que entendió enseguida que ella aludía a que había sufrido algún daño y que estaba pálido- no lo dudó un minuto y acompañó a la niña, que le señaló en todo momento qué camino seguir -una pista estrecha que linda con el barranco- y hasta el lugar exacto donde se hallaba.
La esposa de la víctima solicitó ayuda a los vecinos, pero ante el estado de semiinconsciencia en que se encontraba el herido llamaron al servicio de emergencias 112, que a su vez alertó de la situación a los equipos de socorro de la zona y a los bomberos de Betanzos.
Una unidad contraincendios se desplazó hasta el lugar. Los bomberos descendieron al fondo del barranco y estudiaron la situación de la víctima y su estado físico, exploraron las heridas y analizaron las posibles opciones para izar al lesionado sin correr riesgos de causarle mayores daños.
Los miembros del equipo contraincendios decidieron inmovilizarlo y colocarlo en una camilla, afianzado con unos arneses. Una vez que aseguraron al herido, iniciaron el ascenso hasta el estrecho camino, donde ya esperaba una ambulancia que trasladó al hombre hasta el Hospital Juan Canalejo, de A Coruña.
Tras el suceso, la pequeña se encontraba muy nerviosa y preocupada: «Caéronlle algunhas bágoas», contó la abuela. Para tratar de tranquilizarla, su familia le permitió disfrutar del juguete que más le gusta: «Góstanlle moito os animais, pero sobre todo tenlle especial cariño a un coelliño e hoxe deixámoslle xogar con el canto quixera para tratar de calmala», subrayó la mujer.